Ya no hay torturas como antes… se lamenta el buen lunático
frente a su imagen en el espejo en la celda de su prisión. El agua gotea al
otro lado, mientras su vida se escurre por el sumidero entre borbotones sobre
la espiral que la engulle.
Desde que el diablo cruzo el charco, el resto de demonios
quedaron desamparados y sin un líder que los llevara por algún camino que no
fuera el correcto, se perdieron en tantas direcciones que encontrarlos llego a
ser una labor titánica que con el tiempo se escabulló en el olvido de la
humanidad.
Pararon los sacrificios y las hogueras públicas, se
extinguieron las horcas y las guillotinas. Finalmente la evolución sucedió como
se abren las flores nocturnas, sin que nadie se diera cuenta. Pero detrás de
cada avance hay fracasos escondidos por doquier y cuando se perdió el miedo al
dolor y sus consecuencias, florecieron todos esos mezquinos que andaban
acojonados en las sombras.
Pederastas y perturbados poblaron la tierra sin temor a represarías.
Les ofrecieron la mano y como todo hijo de vecino agarraron hasta el codo para
engullirlo sin medida, el robo se tomo como deporte nacional sustituyendo a la
inquisición por algo más benévolo como la hipocresía y la mentira. Y poco a
poco los canallas heredaron todo aquello que las buenas personas abandonaron
cambiando el esperpento por decadencia.
En fin, desde un infierno helado y abandonado hasta la
dejadez… siguen rezando por que los viejos tiempos se levanten de nuevo para
que sin una patrulla espectral que juzgue lo bueno de lo malo con absoluta
objetividad, regrese a la vida para volver a llenar el mundo subterráneo de
todos aquellos pecadores sobre los que verter el veneno de las palabras y poder
arañarlos con la ponzoña de una alma corrompida hasta la medula.
Sonrisas ardientes bailando en círculos alrededor de todos
aquellos caídos que sin voluntad para erguirse caminan a cuatro patas sumidos
en la vergüenza de que finalmente comprendieron que sus actos no eran ni tan
naturales ni tampoco instinto. La ironía se afila las uñas en las pizarras de
las escuelas mientras en el congreso juegan al pilla-pilla y a contar mentiras.
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