Se sumerge en el día como un buzo con escafandra y zapatones
de metal. Nada le molesta, ni siquiera el maldito tiempo le presiona en un mar
donde hay pocos que puedan bailar como un alga, aunque en verdad no le gusta
quedarse parado demasiado tiempo en un mismo lugar.
Salta a la calle y nota la fresca caricia del otoño, camina
entre senderos de hojas mientras disfruta de las calles que se han ido vaciando
de gente y llenándose de coches desde las vacaciones. Se desliza entre las
sombras mientras busca con el diafragma de su ojo algo que inmortalizar por su
sencillez o quizás por su magia, mastica palabras y escupe imágenes, dispara
sobre sus objetivos con precisión mientras exhala el aliento. Roba algunas
sonrisas que luego venderá a los tristes que van al infierno y captura
personajes que dar a los que tienen amnesia.
Olfatea el aire entre la mantequilla de las pastelerías recién
horneada, sigue el mapa de su cabeza, avanza entre recuerdos e imágenes nuevas,
cazando en las calles como si fuera su jungla de cristal y asfalto. Cuando
tiene suficiente, se escabulle entre la gente y empieza su particular remonte
contra la corriente del río hasta llegar a su meta.
Se escurre como una anguila que zigzaguea contoneándose
entre las estelas que dejan las personas a su paso.
Baila cual delfín delante de los barcos mientras guitarras eléctricas
y violines se alternan en sus auriculares, la armonía de las cuerdas le hacen
oscilar y el son de los tambores avanzar hasta la siguiente pista. Cambio la
caña de pescar por una cámara y ahora practica la pesca submarina desde el otro
lado de la pecera sin la necesidad de mojarse ni causar sufrimiento a nadie.
Cada noche al volver a la cama se lanza de cabeza a ella, cambia las aletas por
alas y se desliza entre las nubes de sus sueños para volar hasta que amanezca.
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