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miércoles, 8 de octubre de 2014

No hay prisa.



Se sumerge en el día como un buzo con escafandra y zapatones de metal. Nada le molesta, ni siquiera el maldito tiempo le presiona en un mar donde hay pocos que puedan bailar como un alga, aunque en verdad no le gusta quedarse parado demasiado tiempo en un mismo lugar.

Salta a la calle y nota la fresca caricia del otoño, camina entre senderos de hojas mientras disfruta de las calles que se han ido vaciando de gente y llenándose de coches desde las vacaciones. Se desliza entre las sombras mientras busca con el diafragma de su ojo algo que inmortalizar por su sencillez o quizás por su magia, mastica palabras y escupe imágenes, dispara sobre sus objetivos con precisión mientras exhala el aliento. Roba algunas sonrisas que luego venderá a los tristes que van al infierno y captura personajes que dar a los que tienen amnesia.

Olfatea el aire entre la mantequilla de las pastelerías recién horneada, sigue el mapa de su cabeza, avanza entre recuerdos e imágenes nuevas, cazando en las calles como si fuera su jungla de cristal y asfalto. Cuando tiene suficiente, se escabulle entre la gente y empieza su particular remonte contra la corriente del río hasta llegar a su meta.
Se escurre como una anguila que zigzaguea contoneándose entre las estelas que dejan las personas a su paso.

Baila cual delfín delante de los barcos mientras guitarras eléctricas y violines se alternan en sus auriculares, la armonía de las cuerdas le hacen oscilar y el son de los tambores avanzar hasta la siguiente pista. Cambio la caña de pescar por una cámara y ahora practica la pesca submarina desde el otro lado de la pecera sin la necesidad de mojarse ni causar sufrimiento a nadie. Cada noche al volver a la cama se lanza de cabeza a ella, cambia las aletas por alas y se desliza entre las nubes de sus sueños para volar hasta que amanezca.

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