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lunes, 26 de mayo de 2014

Reiniciando el sistema.



Una vida es como una escalada hacia el cielo poniendo un libro sobre otro, los que sufren vértigo viven lo justo con sus limitaciones… en cambio los gatos viven casi siete veces más si tienen suerte en sus apuestas.

En su caso su vida no dejaba de ser el tercio de algo, que en este tiempo ya es algo incipiente. A esas alturas no tenía un trono en el infierno, pero al palco si se acercaba. Se había dedicado a contravenir todas las reglas establecidas con el fin de acortar los tramites, digamos que incluso se había dado prisa en ese asunto gracias al afán suyo de ser bien organizado.

La cosa es que estando justo donde quería estar y habiendo llegado por anticipado, era el momento de aflojar el ritmo y equilibrar la balanza. Prestando atención en no producir el mayor caos posible había permitido la relajación en otras tareas menos importantes, y bastantes de sus bestias se habían escapado campando alegremente a sus anchas. Todo estaba bien y a la vez estaba mal… porque la existencia de sus planes ocultos tenía hasta su justificación y parte de planteamiento, lamentablemente lo ocurrido no formaba parte.

Esas bestias que había creado y criado tenían su función en su mera existencia, pero eran más un uso preventivo que ejecutivo y en el momento que ya no estaban controladas eran hasta peligrosas para la pacifica coexistencia del hábitat.

Así que frenó en seco, como había echo otras tantas veces, dejo sus problemas a un lado y se preparó para lo realmente duro. Cazar de nuevo a todas aquellas criaturas que a pesar de seguir conservando semejanzas con muchas de las especies de la naturaleza, distaban mucho de sus pariente en conductas y comportamientos porque escondían junto a su instintos, sentimientos quizás demasiado salvajes y destilados con lo que conformar una raza totalmente distinta y artificial.

Tenía que ser bueno…y cazar todo aquello era una ocasión excelente para comenzar. Miro dentro de si y observo aliviado como alguno de sus reclusos más problemáticos permanecían encerrados en sus celdas. Tampoco era de extrañar, los peores saben que fuera del cuerpo no tienen apenas poder y por ello ni siquiera han optado por tomar parte en la masiva huida.

Los adversarios más peligrosos nunca arman revuelo en sus escaramuzas, sus motines trepan verticalmente hacía la fuente desde las sombras… no se expanden en todas direcciones tras deslizarse esquivamente por alguna fisura.

Puntea a cada maldito mientras los cuenta.

Tiene al trío más terrible encerrado todavía. En sus cubículos de seguridad continúan encadenados Malasangre, Rajado y Tertulias. De los dos primeros no puedes esperarte nada bueno y el tercero es totalmente un peligro descontrolado de proporciones titánicas, va dentro del traje de un confortable y seguro enorme mamut prehistórico con unos colmillos tres veces más anchos que los propios barrotes.

Puede que sigan ahí porque a diferencia del resto, fueron los primeros en entrar en confinamiento a edades tempranas, los demás han tenido su seguimiento y control  su retirada fue paulatina según recomendaciones de seguridad. También continúan porque como los más temidos su única vía de escape total es derrotar toda jerarquía y aún no es el momento apropiado.

Firma la declaración de intenciones, rebajando la prioridad de los demás proyectos y duplicando la seguridad de las instalaciones. Coge su cuerda favorita y se engancha los extremos de la madeja a modo de mochila entre los dos brazos.

Echa un vistazo a la lista confeccionada con la clasificación y empieza por el primer gran desliz a corregir inmediatamente, debe de echar el guante a uno de los más rápidos y perniciosos. Chuta el babuino. Letal cuerpo a cuerpo y contundente a distancia gracias a una mordaz inteligencia con la que visualiza las taras internas junto a defectos visibles de sus adversarios y los expone a la luz cual cruel espejo de deformidades.

La importancia de su captura reside a que contra más tiempo este en libertad, mayores serán las consecuencias provocadas por la corrompedora habilidad de sembrar la duda e ir segando la seguridad de quien se cruce en su camino. La primera parada es sencillamente tan clara como el agua, coge unos raídos hábitos color café de monja de clausura y se enfunda dentro de ellos. Toma dirección al convento más cercano… y respira aliviado. Con un poco de suerte no llegará demasiado tarde para evitar incrementar el daño.

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