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viernes, 1 de mayo de 2015

Ceniza de fénix.



Hace siglos que olvide lo que era la paz y el sosiego que da la calma. Me atropelle a mi mismo con las prisas y seguí por inercia del impulso.

Agobiado con el devenir de los años escogí salir del formol y encontrar una nueva técnica de conservación, todos decían que era imposible porque nadie podía vencer al tiempo y que aunque fuera la persona más cabezona que habían conocido, ni ese talento sin lustre me serviría de nada en esta batalla perdida.

La gente, no se da cuenta de cuando te dicen que no puedes… implícitamente te están retando a conseguirlo por encima de su imaginación o de tus posibilidades, así que para variar me puse a ello.

Una de esas tareas arduas y cansadas como lo sería comerte una tonelada de puré de patatas con una cuchara mediana. Puedes masticar… tragar o ambas cosas a la vez, pero después de un buen rato, seguro que te duele la mandíbula de tanta monotonía.

Caía y volvía a levantarme, al igual que las repeticiones de filmaciones donde alguien se hace un destrozo para la risa de los demás en el sofá de sus casas.

Nunca quise ser un héroe, ni tampoco completamente un villano. No me importo ni un comino ni la fama, ni esa terquedad insustancial sobre la búsqueda del dinero, ni tampoco de esas tan infructuosas de la felicidad… No necesitaba una sociedad que me admirara, ni tener que aguantar que alguien me alabara o ensalzase mis virtudes a cambio de tiempo y compañía.

Indiferencia era lo que encontraba entre el arriba y abajo de cada peldaño de la escalera. En las peores épocas no conseguía recordar donde estaba en cada momento del día, pero tampoco lograba acordarme de nada que no doliera, así que el uso de memoria estaba descartado todavía.

Tras años de alquimia, conseguí de alguna forma conservar fragmentos de esencia mediante la destilación de energía empleada cada día, hasta que con esfuerzo descubrí el secreto de la no vida.

Comunicando… es eso que suena al otro lado del teléfono cuando no hay interlocutor al que dirigirse. Ese sonido interminable que oscila entre la nada y el todo… casi eterno pero sin significado tampoco antes de cambiar hacía un pitido final.

En eso era en lo que me había convertido, en un texto tan vivido que no daba tiempo a imprimirlo ni a editarlo. Lo que antes era preciso y esmerado, con las prisas se había transformado lentamente en un lagarejo desorganizado de bocetos inacabados, sin ese perfeccionamiento que le da el pulir las cosas hasta no poder mejorarlo, por falta de tiempo, interés o oportunidad.

Puedes perder la edad y también la vida. Sin duda hay mil y una cosas que no encontrar por mucho que lo intentes, ni habiéndote pertenecido anteriormente. Las cosas ocurren sin pedirte permiso, lo de aceptarlo o no, decae en manos más sabias que las tuyas, pero todos sufrimos ante las inclemencia del tiempo.

La venganza es el subproducto del odio acumulado y casi siempre es irracional, yo nunca conseguí ver a un fénix con vida, pero grano a grano elabore polvo a base de cenizas, y después de múltiples intentos todo fue otro cantar.

Tras pagar con tickets restaurante el paseo en barca de caronte por el estigio, puse el pie en ese mundo donde la vida, es eso que no se tiene y que todos envidian. Aguarde cauteloso robando cada pensamiento positivo que surgía en aquel lugar impío y corrompido. Porque allí esas cosas tan insignificantes brillan en la oscuridad.

Cuando había reunido suficientes, volví sobre mis pasos y regresé a la planta superior a través de una escalera fabricada a base de sueños rotos y promesas incumplidas. Los pies sangraban sin parar porque los fragmentos de los niños son minúsculos y aterciopelados por su inocencia, pero conforme avanzas en grado, sus aristas son más afiladas y hasta punzantes algunas.

Pero los positivos tarde o temprano acaban por darte alas hasta para intentar lo imposible, o aguardar hasta el momento adecuado, así que seguí subiendo por el dolor de la realidad hasta alcanzar mi objetivo.

Una vez en casa… todo volvió a ser igual, salvo por una minúscula diferencia, mientras que haya una gota de sangre en las venas siempre se luchara por acabar toda carrera iniciada, sólo si la recompensa merece la pena.

Sigo muriendo cada día que pasa un poco más, volviéndome sordo sobre esa voz que me susurraba cuentos por la madrugada y que velaba mis mañanas escondidas entre las sombras. La soledad es una palabra que pierde el significado a cada cruce con otra persona, quebrantarla o dejarla intacta siempre esta a la misma distancia, una sola palabra, que empiece o termine cualquier cadena.

La voluntad es ese fuego que te hace retomar cada lucha por muy perdida que este la batalla. Ríen mis enemigos cuando bailan sobre mi sangre, pero siempre lloran después cuando se dan cuenta quizás demasiado tarde de que mi locura es como una brea que se pega y te contamina hasta perder la cabeza. A cada muerte renazco de cada fragmento que desperdigue por el planeta.

Muere el escritor y sobrevive la palabra. La tinta ya no corre por mis venas y dudo seguramente de que alguna vez estuviera. Pero un bosque de hojas silenciosas es a la vez mi tumba con su esquela y mi viaje a base de polvo de estrella y ceniza de quien incombustible.

Juega con cuchillos, macera la carne en vino y baila entre el fuego que vive entre el infierno y el cielo. Exactamente a mil metros de su verdugo y a la vez su salvador, porque no hay comienzo sin final, ni derrota que no pueda volverse una victoria si la paciencia suficiente para leer las señales y la experiencia que da renacer renovado después de cada caída.

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