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martes, 24 de septiembre de 2013

La entelequia perturbada.


Te he matado tantas veces que hasta el verbo ha perdido su nombre y su acción, ya no es pecado… ni siquiera un delito tipificado. Por muy bien que lo haga siempre acabas por volver dentro de la inmortalidad que te otorga la absurda memoria de alguien que no se arrepiente de sus actos y por desgracia no hay amnesia suficiente que te borre de ese lugar al que yo llamo hogar.

Mil formas han ocurrido y otras mil sucederán en esa historia sin final que ni siquiera tuvo comienzo, tan sólo un prologo y un guión suspendido del firmamento nocturno con alfileres de cabezas plateadas. Lo que fue sencillamente se perdió a medio paso entre la realidad y la fantasía, allí donde nadie lograría encontrarlo salvo por equivocación y nunca de manera deliberada.

He visto como caías y volvías a levantarte en multitud de ocasiones que incluso terminé por descubrir que tu punto de gravedad posiblemente estuviera a ras del suelo, por lo que salvo cayendo en un profundo pozo habría poco que te pudiera derrumbar sin que ello pudiera lograr preocuparte.

La vida es tan irónica como una puñalada entre ambos omoplatos. Escuece, pica y a pesar de todo tampoco puedes remediarlo. No hay lágrimas que puedan ahogar al desierto más desolador ni mentiras que puedan consolar a un corazón tan quebrado que su resultado tiende a infinito pero sin los privilegios de la sosegada eternidad. Cuando encontré la razón tal vez te perdí a ti entre todos los recovecos que ocultaba mi mente. Te extraviaste dentro como la cartilla de vacunación de cualquier adulto con una mudanza encima.

Pasará el tiempo no hay remedio, es tan indudable como que nos encontraremos en el infierno, donde a nadie le importe nuestro pasado porque el de cualquiera sería mejor o quizás menos insano. Puede que quieras vengarte o simplemente que siga como siempre… la nada parpadeando mientras por inercia vuelves a la carga gritando como siempre y sin callar aquello que una vez pensaste y nunca fuiste capaz de confesarme cuando estábamos a solas y oscuras arropados por el vientre de la gran ciudad.

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