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sábado, 20 de septiembre de 2014

Cruce de caminos.



He me aquí, de nuevo en la mitad de ninguna parte… en ese lugar que no me gusta estar ni me cuesta nada seguir en el. Tacho las décadas en los anillos de mi columna y la mayoría de las cosas siguen igual, sólo cambian los exteriores mientras lo de dentro permanece inalterable a pesar de vivir en una ciudad llena de espejos.

Hacer el mal es tan sencillo como hacer el bien pero mucho menos aburrido, se empiezan con pequeñas trampas, engaños diminutos y mentiras modificadas… pero una vez usas las semillas, lo malo crece como una hidra alimentándose de todo lo que no se puede digerir.

Cuando te das cuenta ya has andado demasiado y no hay regreso… dicen que siempre lo hay, pero nadie se acuerda de que algunas memorias son mejores que otras y que no hay salvación cuando existe un hemisferio del cerebro abarrotado de información útil para la supervivencia pero no para la sociedad.

Así que guardas a otra bestia en tu prisión personal y te pones otro traje de camuflaje para parecer algo más inofensivo cuando salgas a la calle a la mañana siguiente. Lo único seguro es la muerte, la vida es incierta es un eslogan que deberían poner en la radio en vez de tanta publicidad.

Te acostumbran a los limites y a las fronteras, te enseñan a no usar atajos y a persistir ante las dificultades. Te ponen trabas y administraciones para que el tedio acompañe a tus gestiones como una sombra. Para cuando te dicen no, ya tienes unas tragaderas tan amplias como la boca de un túnel destinada a un tren de mercancías. Al llegar a la madurez has olvidado los sueños, casi no te quedan sonrisas y las esperanzas llegan junto a la nomina lo antes posible cada mes.

Comentan en las noticias que casi hemos salido de la crisis. Que ya se puede respirar cuando en el horizonte se empieza a vislumbrar la silueta de la siguiente ficha de domino que piensa aplastarnos. El mundo esta tan desnivelado y la justicia es tan pobre que cuando me dicen que tome más hierro en mi dieta, en vez de en lentejas me imagino viendo como cae una espada flamígera desde lo alto del cielo y comienza el principio del fin.

Al final mientras mastico las legumbres que deja en mi boca el metal de la cuchara, me olvido de la muerte, del dinero y de ese abanico mutable dependiendo de la persona de lo que se considera bueno o malo. Saboreo los minutos de paz incluyendo los que me presta a diario el insomnio y el silencio de la madrugada. Y aguardo al resultado de la próxima moneda que lance en el cruce del camino. Disfruto de la vida mientras tenga un halito de ella y cuando no sea así, lo haré con lo siguiente que me traiga.

El mundo se balancea como una ecuación a medio terminar, que se completa con la participación de desconocidos que trabajan bajo su anonimato. Todavía tengo un ancla y un buen candado para mis bestias. No hay paz que mil años dure sonrío mientras me acurruco en la tranquilidad de saber que cuando se rompa la cadena ya no necesitare más cerrar la celda de los monstruos.

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