De nuevo deportado a los reinos de la noche, volverán mis
pupilas dilatadas a gobernar en la oscuridad del vacío que me retorna a casa de
madrugada, cuando sólo los gatos y los viejos demonios deambulan las grandes
calles abandonadas por la vida cotidiana. Quizás el sueño de los justos sólo
fue un espejismo de un verano anticipado donde la soledad se reía conocedora
del futuro que me esperaba detrás de la esquina. Ella que nunca ha sido capaz
de dejarme a solas sigue maquillando mis días de ironía al alba cada mañana.
Se acabaron los días buenos de tardes soleadas porque dentro
de mi cárcel de porcelana sólo brillan los fluorescentes y todas aquellas
puñaladas que se dan por la espalda sin previo aviso. Pero con el tiempo aprendí
que hasta las mareas pendientes de un ciclo eterno son capaces de cambiar
dependiendo de las condiciones meteorológicas.
Antes no me quejaba de mi fortuna y ahora tampoco es el
momento de empezar a hacerlo. Respira profundo y acepta el destino es la mejor
religión un domingo por la mañana cuando abres la semana y descubres que
alguien ha puesto un desafío en el buzón de entrada, porque aquellos que no
aguantan los cambios son los primeros que desaparecen en la llamada evolución y
no va a ser la primera putada que te hagan en la desastrosa historia que
caracteriza tu vida.
Abre el armario del vestidor y cambia los trajes poniendo en
la barra el de hormiguita trabajadora y sacando de su funda el pellejo de un
gato negro raído por la desgracia. Salta dentro y le queda como un guante a
pesar de llevar ya tiempo colgado de una percha y dejado al abandono.
Sabía que volverías… maúlla el traje.
-
Y yo que estarías aquí esperando.
Todas las noches saben a música de concierto con salitre y
traen asociadas el aterciopelado sudor que viste los infiernos. Sonríe pensando
que ya no necesitará un café por la mañana al levantarse y no porque no le
guste el sabor de una noche brillando en una taza de desayuno, sino por la
sensación de estar agarrado debajo de la cornisa de un rascacielos sin haberlo
deseado.
El día menos pensado cambio de trabajo le cosuela repetirse
sabiendo que no todos los años están repletos de suerte y aún no se ha puesto a
prepararse para ese cambio, lo mantiene en formol en las tareas pendientes
mientras se prepara en el presente para lo inminente. Saca sus zapatos de baile
y deja las botas de seguridad aparcadas en el fondo del zapatero, cuando vives
en la noche hay que evitar llevar algo parecido a dos ataúdes envainando los
pies. No es por no ser cenizo, sino porque necesitas los pies de gatos tan ágiles
como se pueda para solventar todos los obstáculos que puedan aparecer en una
noche cualquiera.
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