Y sigue en mí tu recuerdo latente, como una canción de
infancia que no olvidas jamás, pero lo más duro de tu ausencia, no es ella en
si misma… sino lo que viene detrás.
Cuesta ir a un sitio donde sabes que te encontrarás
recuerdos porque toda historia se comparte de alguna manera. Pero también se
agregan otros nuevos con caras que te recuerdan a esa persona.
No les conozco demasiado porque ando perdido en un infierno
si mucho descanso, pero cada uno de los que no conociste lleva algo de ti, del
abuelo y de la abuela, lo divertido es buscar las evidencias. Sin saberlo,
tienen talentos ocultos que encontraran con la edad.
La paciencia es algo que se cría durante años para aún así
perderla conlleva facilidad hasta bien entrada una edad… si algo aprendí
contigo fue a encauzar, canalizar toda esa energía que sobraba y utilizarla
para un mejor fin. Arreglabas personas como con casi todo lo que tocabas.
Eras un técnico y lo sigues siendo, uno de esos que abren
las cosas, ven lo que fallan y después lo vuelven a montar. Tu curiosidad era
pareja a tu paciencia, y criabas a ambas por igual… y sin duda tu energía
tampoco se agotaba, pero tú supiste darle mejor uso incluso a riesgo de perder
tiempo ocioso y personal.
Te gustaba juntar a la familia… lo era todo para ti y también
para nosotros. Es difícil de llenar los huecos desde entonces hasta ahora. Hay
mucho espacio que rellenar a pesar de las nuevas incorporaciones. Algunas
ausencias pesan más que otras, siempre que llego a tu día sonrío aunque me
apene, porque al menos recuerdo algún que otro día del calendario y recuerdo
las historias y los cuentos de los días de verano y también de invierno.