Sale todas las noches hasta cuando no puedes verla… baila
entre la oscuridad como una estrella que te susurra atrayéndote cual canto de
sirena. Brilla y te seduce con sus curvas hasta que el deseo llama a tu puerta.
Te abalanzas a abrirla echo un poseso sin voluntad propia… y la locura te
invade convertida en el más dulce de los néctares. La noche se ilumina desde su
vientre, fundiéndose al contacto de unos dedos temblorosos.
Mancillarla nadie puede… satisfacerla sólo unos pocos, se
puede leer en su cuerpo desnudo el cuento de las noches eternas escrito a fuego
sobre su piel. Los mejores momentos de su historia ruborizarían hasta a un ángel,
el resto es digno de los demonios. Se marcha sin despedirse ni abandonarte
porque nunca fue tuya… lo único que queda es pensar en volver a encontrarte con
ella y con un poco de suerte durar un día más, en el que ella limpiará su
pecado por la mañana dejándolo filtrarse por el sumidero hacia las
alcantarillas.
Cuando caiga el sol ella volverá a cargar con sus armas,
invencible y segura de que esa noche encontrará a su príncipe de brillante
armadura, quizás concienciándose de que aunque termine acostándose con cualquiera
menos apropiado, siempre le quedará otra oportunidad al siguiente ocaso y así
continuadamente mantenerse fiel a la idea de dormir alguna madrugada con ese
que lleva buscando desde que el hombre se bajo de las ramas. Puede que sea una
soñadora… tal vez lo sea, pero yo sigo mirando por la ventana a cada anochecer
hasta encontrarme con ella allí donde no nos encontrarían.
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