Tras una década de atrasos, retrasos y ausencias, detrás de
una historia invertida en cada uno de sus polos, llego el día que Sin Miedo,
tomó las riendas de su vida en dirección a su amada. Por fin… dicen unos y también
asiente el personaje. La entelequia terminaría en un instante dando la paz a ambas
partes del problema a su vez.
Llegó temprano a la cueva del poder latente, pero esta vez
no llevaba las manos vacías ni tampoco portaba presente alguno. Únicamente la
cruda y fiel realidad plausible y palpable. Se habían acabado en aquel entonces
todo y si improbable y por supuesto todo final feliz posible.
Se había zanjado lo del reloj de arena que nunca se
terminaba porque el recipiente de arriba podía contener perfectamente toda la
arena del desierto ya que así había sido diseñado y también porque se había
pasado una existencia entera rellenándolo por si acaso no había tenido tiempo a
prepararse.
Pero como decía llego temprano con la voz en grito,
proclamando su nombre, recitándolo como si fuera una letanía que iba desde la clemencia
hasta la demencia pasando por todos los grados de la felicidad al igual que un arco
iris.
Ella salió a su encuentro con sus típicos desaires reivindicativos
de su libertad y su propia capacidad de decisión en lo concerniente a su estilo
de vida. El cerró los ojos y de un tajo certero corto la lengua a una de sus
dos cabezas. La que le quedaba intacta frente a la agresión retrocedió en su
avance mientras sus patas felinas se colocaron en posición defensiva.
La lengua viperina seguía contorsionándose en medio de un
charco de sangre púrpura, intentando terminar su mensaje interrumpido de forma
abrupta, SM lo cuchicheaba entre dientes pues de memoria lo conocía y aliviado
por haber cambiado su pasado sonreía por ser la primera vez que si se sentía
mal tenía culpa de algo. Pero en ese momento se notaba genial por haber
silenciado a esa boca corrosiva que minaba su autoestima a cada palabra igual
que lo hace el lazo de la soga o el vientre de las arenas movedizas.
También por primera vez en su vida había conseguido que ella
dejara de atacar y respetase su naturaleza en vez de infravalorarla. El veneno
que le había inoculado se había gastado lentamente durante su condena, si en un
principio bebía los amores por ella, esa maldita ponzoña suya le había hecho
idealizarla. Pero como todo Dios sabe cuando se deja de atender a los creyentes
la magia inicial se va agotando hasta desaparecer.
Ese mi querida amiga era el caso y avanzando en silencio y
con el arma oculta a su espalda se dirigió a su tan preciado destino mirándola
a sus ojos haciendo honor a su nombre por primera vez en la vida. Cumpliendo en
vez de acatando. Ella chasqueando sus fauces y horadando el suelo con sus
garras. Él observándola sin más, ligero sin la carga de un amor desvirtuado, de
tener que llevar cargado la culpa del mundo a su espalda, sin remordimientos ni
tampoco reproches.
Sintiéndose al fin como un centauro completo había ido a
cumplir su objetivo, librarse de ella, dio un paso adelante arrinconándola más
si cabe en una esquina sin salida y ella simplemente salto impulsándose con la
pared que le quedaba detrás.
Se abalanzo sobre su torso clavándole sus garras en pecho y
piernas agrupándose al contorno de su cuerpo mientras que su boca intacta se
clavaba ferozmente en su cuello. La otra taladrándole de frente directamente a
los ojos esperaba reacción alguna, pero sólo encontró una sonrisa a la que
contesto con un sonido gutural de exclamación atípica.
-
Cielo… sin lengua suenas fatal. Y
tu otra cabeza un siquiera roza el mejor de los mordiscos que nunca te di y
deje en el tintero. Pero hoy no estoy aquí por ninguna competición estúpida y
sin fundamento. No vengo tampoco a reforzar tu leyenda, ni a dejar mi vida
postrada delante de tu presencia otra eternidad.
-
Vengo a por tu corazón y si la
encuentro, el alma que me deje olvidada en alguna de tus espinas.
Y mientras ella seguía abrazándole a muerte, él saco su
brazo de la espalda en un rápido arco hundiendo su afilado acero entre las
costillas de su bestia. Fugaz como la estrella que esperaba infructuosamente a
que se precipitará para pedirle el deseo de tenerla, la tuvo durante unos
segundos como debería haber sido y no fue. Viendo marcharse sus fuerzas para
caer rendida a sus brazos.
De alguna forma lo iba consiguiendo conforme movía la hoja, con
la piedad de no retorcerla. Veía el fuego de los ojos de su victima apagarse y
a la torpe boca dejar de intentar hacer algo sin hacerlo. Cuando acabó de caer
la última gota y saciado de su sed, arrojó el cuerpo sin vida hacia un lado
sacando la espada a la vez. Se acerco y arrodillándose amplio el corte para
extraerle el corazón ya en parte seccionado. Lo sacó, presionándolo hasta
expeler cualquier gota que quedase y lo metió con cuidado en un pañuelo limpio
replegando cada pico hacia dentro.
Acto seguido se levanto girándose y se puso en marcha sin
una despedida. Tan sólo un: demasiado esfuerzo para tal saco de huesos sonó de
su boca mientras guardaba el paquete en su bolsillo. Nunca le gustó decir adiós
pero todo tiene su final y no había excepción ni esta historia. Mató a su amor,
pero sin alma a la que condenar al averno no había perdida, así que sonreía
mientras pensaba para dentro. Lastima del que tenga mi alma, le tocará ración
doble de divertimento. Sonaba genial como quien echa sal con cariño al agua de
una olla, hoy era un buen día y el sol brillaba de nuevo.
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