Pongo otra moneda en la fuente mientras imagino la suerte
del destino. Nunca se lo que sale al caer porque nadie se quiere mojar para
averiguarlo. Lo mismo pasaba conmigo, sólo que yo tengo más lados que cara y
cruz aunque las tenga ambas.
Sucede que durante mucho tiempo caminas a solas, y conforme
se avanza vas incorporando personajes a la historia. Durante un tiempo los
invente… ahora aparecen de la nada quedándose a hacer compañía y casan como las
piezas de los puzzles. Cuando pensé que no podría encontrar otra familia nueva…
va y me adopta una numerosa.
El trabajo para nada es bueno, pero hay que hacerlo.
Recuerdo a Bukowski colocando cartas en la estafeta y compitiendo contra sus
propios tiempos en la soledad de su cubículo.
Hay que reconocer que sin gente a veces se va hasta más rápido,
pero a su vez es mucho más aburrido por la carencia de sorpresas. Nunca he
confiado mi suerte a nadie, yo mi me conmigo son mi propio baluarte personal,
porque me evitaba problemas hasta que di con mi jefe y su norma de solucionarlo
antes de culpar a otro aunque no sea haya sido problema tuyo.
Y es cierto… el individualismo te puede llevar al estrellato
o a terminar estrellado, pero si lo compartes con alguien, toda carga parece más
liviana. Así que sigo siendo como siempre, pero ahora ayudo a los demás, claro
esta que nada en la vida es gratis e igual que percuto vuestras pupilas ahora
de vez en cuando, ellos llevan la peor parte y les taladro los tímpanos durante
al menos doce horas cinco días por semana. Lo llaman la tortura fría… yo otro día
más.
También he descubierto algo. Con el tiempo han ocurrido dos
sucesos diferentes pero complementarios. Me dejan escuchar mucha más música
para mantener a mi lengua calmada… y la más extraña y con similitudes con el síndrome
de Estocolmo. Cuando estoy un par de días fuera, al volver me estaban echando
de menos porque no es tan divertido el silencio como parecía.
Dicen que me haga locutor porque la radio ya la llevo
incorporada, pero ninguna emisora se ha interesado por mi talento, así que ocho
años después lo sigo haciendo. Y muchos os estaréis preguntando. Este… ¿Hacer
el qué?
Bueno la respuesta es sencillamente fácil.
Nada… pero me encanta tocar los huevos y como soy signo de
fuego no había mejor lugar que una cocina y más si le acompaña una legión de
camareros. Así que desde mi puesto de cuarto frío que viene a ser los
entrantes. Me encargo durante todo el día de romper el hielo por si acaso. No
vaya a ser que alguien vengativo me corte la lengua y yo pueda dejarme algo en
el tintero sin decir antes.
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