Una vez alguien dijo que me callara y no pude cumplir ni
siquiera una mísera petición. Paso el tiempo y con la llegada de las
responsabilidades y obligaciones nada cambio. Intentaban conseguirlo y dueño de
mi silencio no lograban más que breves intervalos. Hasta que llego la orden
desde una jerarquía superior no vinculada a la consanguinidad y todo fue diferente.
Algunas veces lo aceptaba y acatándolo lo hacía, otras
tantas las palabras se arremolinaban en la lengua y acaban por salir
atropelladamente. Chaparrones de letras desde los intensos a los moderados entre
periodos de cielos soleados como el verano.
Guardaba silencio, pero de alguna forma, no era posible realizarlo
durante mucho tiempo. Debe de ser que para eso no soy buen guardián. La boca me
pierde y la lengua esclava de la pasión de los ofideos hacía el resto.
Cuando el silencio se puede mascar, me vienen a la mente los
entierros y los ascensores. Entonces abro la caja del ataúd y suelto alguna
gracia sin apenas nada de su nombre. La vida no es para nada justa. A veces se
logra lo deseado y el resto le das al ajo y agua. Supongo que todo es culpa de
otro… las capacidades son diferentes entre una persona y otra. Por suerte los
hombres como Hitler no abundan por la tierra y los que son como yo, florecen
por todos los rincones donde el silencio osa posarse para descansar.
Ya quedará tiempo para tal menester cuando la fría parca
venga a recogerme en persona y entumezca a mi persona hasta volverla dura como
el hueso. Entonces puede que comience mi largo estado de letargo en silencio.
Hasta entonces no creo que vaya a conseguirlo, porque sin música… mi lengua
tiende a buscar el alivio del sonido de la forma que sea inclusive durmiendo.
Porque en verdad sigue sin ser culpa mía. Mi antiguo jefe sólo me pidió una
cosa y no era otra que moviera las manos a la misma velocidad que la lengua.
Debí aprender muy bien esa lección, porque rara vez se
quejan de que vaya lento en el trabajo, de lo demás… mi madre esta genial y los
enanos salen al bosque los domingos por la mañana. Los pájaros escarban entre
las migas de los bancos y el cielo sigue tosiendo humo mientras los de abajo
miramos hacia arriba sin fijarnos siquiera lo que nuestros pies pisan. A veces
se mira lo que se hace con los oídos en vez de con la vista, yo lo llamo
hipocresía pero en verdad debe de tener
algo mal dentro de la cabeza… al igual que los daltónicos no deben de percibir
muy bien el significado de la realidad.
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