Desaparecido como las nubes en el cielo de verano, ya no me
queda tiempo para nada que no sea la cocina. Las letras siguen acumulándose en
el fondo de un horno que no cesa nunca de realizar una producción tan larga y
eterna la cual no llega a fraguar y conforme se van tostando cada día más y más,
cuando vas a buscarlas a la madrugada ya no queda sino ceniza y polvo de lo que
eran.
La verdad es que nada bueno puede nacer de una tierra
devastada a diario, esquilmando sus recursos para rellenar jornada tras jornada
lo que el cliente demanda… al igual que un condenado por suicidio revive su última
hazaña en el infierno como un idiota perfeccionista al que nada le sale bien,
incluso la muerte en ocasiones es tan difícil de lograr como el gordo de la
lotería.
Cuando el ganado se reúne nervioso para exigir su alimento, pierde
todo rastro de asertividad y compañerismo y se basa simplemente en enfrentarse
consigo mismo por consumir aquello que este entre sus deseos. Al igual que las
ovejas sigo a mi propio pastor que me guía por los senderos y veredas mas recónditas
y escondidas porque todos los niños deben de aprender de alguna persona mayor.
Gasto los días construyendo castillos de naipes que de
ninguna forma sobreviven veinticuatro horas sin desmoronarse por cualquier tipo
de razón, los días más sencillos ya estaba escrito y en el resto, ya no queda
ni tiempo para nada que no precise un ápice de atención y que no sea
imprescindible para mañana.
Abro la nevera, saco la bandeja y recargo la munición
suficiente como para sobrevivir por los pelos a un nuevo enfrentamiento. Me
miro al espejo y ya no hay nada más que se pueda perder que no sean ni deudas ni
desperfectos. Levanto el pie y busco la fecha de caducidad hasta que la
trompeta suena y embelesa a la cabra.
Bailamos, reímos y lloramos todos juntos en la sincronía que
tienen todas las bombas. La mía es de las forradas con una gasa repleta de
clavos, todo el mundo se aparta una vez al día y hasta yo lo hago cuando voy al
baño, no vaya a ser que me salpique más de la cuenta, sin que por ello se cause
ninguna guerra que no se pueda sofocar sin demasiado esfuerzo, pues las balas
vuelan sin destino hasta los domingos por la mañana.
Tacho otro número del calendario asesinando sin piedad de
nuevo a otra semana sin ni siquiera figurarme lo que se esconde dentro de la caja
de la esquina. Cuando deseas tener un momento de paz y tranquilidad, nunca
llega porque o bien la dirección no es la adecuada o sencillamente a veces no
es más oro el que brilla… sino que al llegar a saber como se gana lo suficiente
como para sobrevivir hasta la siguiente dosis de realidad.
Otras encuentras a un segundo solitario y logras empalmar
con retales de la memoria una versión alternativa de lo que pudo haber sido sin
que por ello vaya a ser verdad.
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