En días como hoy me siento más complejo, y a la vez más
relajado. Sueno como una onda doppler que va y viene constante como cuando el
mar se folla a la costa. No hay prisas ni agobios y siendo fiesta… Madrid anda
aún vacía por muchos de sus rincones.
Cuando aúlla un capicúa, ya no siento miedo... Para mi se
han convertido en una espiral sin sentido que engulle por un lado para escupir
por el contrario. Pero aquí arriba, la maldita ruleta sigue rondando mientras
la perfección de la bola busca donde posarse.
Mi suerte es una espada de Damocles sostenida sobre mi
cabeza… arraso con todos los premios pequeños y vulgares, pero los grandes y
abultados siempre se quedan fuera del alcance de las yemas de mis dedos.
Mientras sigo acumulando miserias… las mejores tienen más de cien colores.
Aguanto las puñaladas y sigo sonriendo.
Dentro de mi cuerpo los órganos vitales hartos de estarse
quietos se pasan la vida bailando sin parar. Se mueven cambiando de sitio
invariablemente al igual que hacen las contraseñas de las grandes cuentas de
los bancos. La mayoría de las veces tengo que pedir permiso a mi cabeza para
recibir el visto bueno. Casi todas las demás suele estar fuera de servicio.
Me gustan las fechas como estas, porque de alguna forma
logro encontrarme por aproximación… Me meto entre corchetes e intento
integrarme para localizar mi origen y cambiar las variables para que al
derivarme… llegue a otra parte. Muchas veces termino siendo un sistema tachado
y sin uso.
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