Cuando deje de disparar ya nada quedaba en pie, por suerte
para mi libertad, andaba lanzando sonrisas que no deja de ser nada inofensivo a
no ser que como en mi caso me hubiese pasado la semana anterior sacándole filo
en las comisuras. Ahora nadie podía detenerme por que ni siquiera los arcos de
seguridad pitaban a mi paso. Yo caminaba y fulminaba… por allá donde pasaba caía
la gente sin cabeza, otros quedaban sin
respiración abrumados por mi presencia o incluso los había que de alguna manera
rara colocados por los efectos narcolépticos que tengo asociados.
En verdad era la peor maquina de guerra que ningún pacifista
jamás hubiese elucubrado. Pero es que mi repulsión a las armas me había
transformado lentamente en un experto en el cuerpo a cuerpo y aun más dañino en
distancias cortas y habitaciones cerradas. La maniobra envolvente era mi táctica
más utilizada así como el ataque de guerrilla usando el factor sorpresa. Todos
andaban como hormiguitas que defendían su casa sin saber realmente quien ataca
y ni por donde.
El caos cundía igual que una pandemia que contaminaba
victima a victima propagando el desconcierto y la desorganización… Cuando
alguien gritaba, esta por ahí, cogedle, yo ya andaba justo en el otro lado siguiendo
sus pasos cual sombra a sus espaldas.
Era una tortura en toda regla… un enemigo invisible que se
movía sin ser detectado. Las chicas suspiraban al reconocerme y sus parejas me
buscaban golpeándose entre ellos ante el desconocimiento de quien provocaba
tanto jaleo. Por doquier se escuchaban tanto suspiros desangelados como
blasfemias descabelladas. Intentaban capturarme pero igual que el aire no podían
agarrar algo que se les escapaba entre los dedos.
Cuando el bullicio paro de sonar. Andaba ya entremezclado
entre la multitud, un lobo disimulando entre una manada de borregos que andaban
olfateando el miedo, solo que estaba tan extendido que era difícil distinguirme
entre amigo y enemigo… me movía de grupo en grupo sin levantar sospechas…las
escaramuzas que había producido antes, me habían vuelto de alguna forma hasta
familiar junto que al no quedarme aislado me convertía en un virus de
proximidad que iba contaminado con su mirada.
Ellas sonreían y ellos sospechaban mientras que yo iba aguantándome
la risa bajo una fachada que se mimetizaba con el entorno. Simulaba
resentimiento mientras me escurría entre sus filas buscando a quien me había
obligado a meterme en la boca del lobo, allí donde nadie quiere mirar… Hasta
que la encontré bien al fondo.
Empujando un armario empotrado contra un grupo de atentos vigías,
monte un revuelo que aproveche para avanzar en sentido contrario y colocarme
junto a ella.
-
Creo que deberíamos marcharnos
antes de que se den cuenta de lo que esta ocurriendo… le dije susurrando
-
No veo yo que eso vaya a ocurrir
muy pronto.
-
Da igual, tu coge las cosas y larguémonos.
Eh tú! ¿ donde vas con la chica del jefe. ? - Suena a
nuestra espalda
-
A tomar el aire… El jefe me ha
dicho que la saque fuera mientras que se solucionan los problemas.
-
¿Necesitas ayuda?
-
No tranquilo, creo que me puedo
con ella yo sólo. Además creo que era ese mastodonte de ahí quien montaba tanto
alboroto.
-
Gracias, ponla a salvo.
-
Sin problemas… Le digo mientras
aceleramos el paso hacia la salida.
Todos los hombres saben mentir a la luz de la luna cuando el
asunto que se traen entre manos trata de una estrella. A veces los planes
funcionan y otras tantas las ganancias no compensan las perdidas. Pero mientras
que quede un corazón latiendo en el frío invierno, siempre quedará esperanza
que las cosas mejoren en primavera.
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