Llegados a este punto, medio planeta ya me ha pedido al
menos un par de veces que me calle o que deje de escribir. El otro medio ni
siquiera sabe de mi existencia y si queda algún perdido de la vida que no se
agrupe en un grupo o en otro, supongo que no puedo esperar mucho más que
brindarle mi amistad. El sencillo hecho de que no reparta valiums ni otras
drogas me hace sospechar que ni siquiera la población de lunáticos ya espera
algo bueno de mí. Pero la verdad me sigue sobrando palabras como para llenar un
trailer cuando finaliza el día y vuelvo a mi casa-gruta para hacer como que
descanso sin ni siquiera pegar ojo.
Los que leen han acabado convirtiéndose en una legión de
bichos raros y exóticos que visten plumajes de todos los colores del arco Iris.
Lamentándolo mucho el resto del elenco sufre de alergia crónica a las parrafadas
de más de medio folio y hay constancia de gente que al terminar un texto ha
acabado con las pupilas entre el punto máximo de dilatación y el umbral de
rotura del globo ocular. El colmo es que ahora que tengo dos ojos útiles lo que
me falta de nuevo es el tiempo y puede que de alguna manera las ganas de pasear
por los cementerios en los que se han convertido los sitios a los que antes era
asiduo.
Nos estrujan los bolsillos y la libertad se ha convertido
hace meses en un artículo de lujo destinado a unos pocos que lo pueden consumir
como si fuera un bien de primera necesidad. El mundo entero anda compadeciéndose
de los que andan con medio pie en el desahucio, pero sin darse cuenta de que
apoyan la causa perdida de alguien que quiso tener más de lo que se podía
permitir. No es mi culpa, yo no tengo casa, ni coche ni otros lujos porque por
suerte o por desgracia en mi casa se era fiel al teorema básico de las matemáticas
de que puedes adquirir únicamente lo que tu economía aguante sin pedir un crédito.
No dejamos de ser borregos de un sistema que ahoga a casi
todos, mientras que en la azotea de las pirámides algunos siguen riéndose a
carcajadas. Privatizan la sanidad y ya los hay que se están frotando las manos
esperando que sus acciones en dichas compañías suban como la espuma, porque
ellos siguen el sistema de mal de muchos, beneficio para los pescadores… Si… se
que he mezclado dos refranes distintos. Pero es que hay impotencias que no se
pueden escribir en un renglón, ni en varios. Los sindicatos siguen pidiendo su porción
del pastel para no perder nada de su película favorita. La vida es bella…
mientras que a los políticos siguen sin bajarlos de sus escaños con el mejor
invento español de todos los siglos, la fregona.
Los mileuristas están a puntito de extinguirse y ocasionar quizás
el siguiente gran ocaso mundial no por falta de ánimos, sino porque como sigan así
las cosas ya no merecerá la pena trabajar. A veces miro a los rumanos de la
calle y pienso, joder… tienen para tabaco y las abuelas les dan comida. Luego
me miro las manos y pienso que ni siquiera tendría voluntad para sentarme en la acera a reclamar compasión. Mientras me dirijo al trabajo cuento con la gente tréboles
de la suerte y al cuarto pétalo pienso, pobre desgraciado sin empleo.
Al menos cuando termine el año, espero que a nuestro
presidente le de por hablar bien. Porque de tanto reírse de España es un poco
macabro, seguro que nos ha estado vacilando con su falta de dicción apropiada.
Si con Aznar teníamos el esperpento asegurado con Rajoy… al menos nos queda que
ni siquiera los monos de Gibraltar querrían dejar su peñón para entrar a la península.
El conserje de donde trabajo es tan fascista que lleva años
queriendo resucitar al amigo Franco, pero con su cortura mental no creo que lo
consiga. Aún así es divertido verle despotricar con los vagos y los hippies. Me
río porque el pobre no es capaz de encontrar mi hipocresía ni con una lupa y
neones luminosos marcándome con flechas rojas y porque sencillamente a veces es
aburrido fumarse un cigarro en la puerta sin decir palabra. En fin… puede que
con un dictador lloviesen tortas y balas, pero es que en estos momentos estoy
hasta cansado de dar y dar… y recibir la miseria de las migajas que nos brindan
con buena cara.
Si quieren dar ejemplo… que vayan al congreso en metro verás
tu que despiporre se montan cuando descubran que los vagones no dejan de ser un
teatro público donde la gente canta, toca o simplemente pide. Seguro que cuando
vuelvan a jugar con sus amigos de pupitre comentan algo del tipo. No se de que
se quejan… con lo divertido y sorprendente que tiene viajar en tren, deberíamos
subir un poco más el billete… en otros países en más caro todavía.
No dejes de escribir.
ResponderEliminarNo des ideas, que como estar cortitos de ellas lo mismo se les ocurre que cualquiera de las tuyas es válida y nos suben aun mas el metro y el tren.
Jaja no me necesitan para cargarse el pais. Con lo cortitos que son aun cumplen las máximas de la eficiencia. El mínimo trabajo desarrollado con la mayor ganancia posible.
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