La felicidad se me escapa entre las grietas de mi piel
evaporándose como la sangre que mana de una herida
lentamente y sin marcha atrás, porque no ya coagula
no hay nada que separe mis días de la corrosiva hiel
que a ritmo me va digiriendo hasta la misma medula
y sin liberación me tortura en esta maldita condena
imposible endulzar con el tacto pegajoso de la miel.
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