Cada noche una batalla… y cada día una aventura.
Es una frase que suena bien, pero con un índice menos cuesta
escribir cual ametralladora y ahora me conformo con disparar salvas a andanadas.
Como en todas las guerras importantes las cicatrices, o en su defecto las
heridas son señal inequívoca de al menos haber participado, asistido o
permanecido mientras todo ocurría de alguna manera.
Tengo en común con los árboles que acabo tarde o temprano podándome
alguna rama. Sólo que en mi caso son dedos que tardan casi una estación completa
en regenerarse del todo como el principio, pero a pesar de todo sigo luchando
sin perder la esperanza de evolucionar igual que una estrella que se rehace una
y otra vez aunque se estrelle contra el suelo y se rompa en mil pedazos. De
cada uno volverá a brotar una copia idéntica del original y la verdad. No me
importaría demasiado ser testigo de una avalancha de caballos como yo en
desbandada.
Me gusta el temblor del suelo, tanto o más que la batalla en
si. No conozco la paz porque detesto el silencio y al contrario adoro que mi
soledad ande follándose el alma de personas menos sociables que no sean capaces
de hablar un rato prolongado con algún desconocido que por suerte o desgracia
caiga delante de ti con una buena sonrisa y algo interesante que contar, por el
simple placer de romper el hielo.
No importan los argumentos o las historias. En absoluto la
procedencia o la manera que se tenga de ver las cosas… enfrentarse a la vida… o
simplemente su existencia. A veces simplemente surgen cruces de camino mediante
generación espontánea. Desde una mirada a una sonrisa hay una infinitesimal
cantidad de sucesos que podrían ocurrir, pero es la bola quien decide el color
y el número donde caerá el premio gordo.
A veces me olvido del mundo cuando me paso demasiado tiempo
en el infierno. No recuerdo los horarios ni los deberes porque el fuego es
quien me dicta el orden de ejecución de las tareas que al igual que un titán me
destinaron completar. No es mucho, ni tampoco poco el tiempo que dedico
constantemente en borrar mi propia persona para elaborar a un yo más
equilibrado, dócil y menos rebelde. Muchos por no decir la mayoría desearían
que esto fuese tan cierto como las propiedades del agua.
Pero al igual que los trileros escondo a mi verdadero yo
debajo de tres cubiletes donde habito hasta ser encontrado. Recluido en mi
intimidad voy cargando una a una las balas para la siguiente contienda. Porque
irremisiblemente se acerca el día/días donde un Dios de carne y hueso me ofrece
la libertad para que pueda hacer lo que me venga en gana sin tener obligaciones
ni atender a alguien quien humildemente valga menos que mi propia persona
deformada por capas de inconformismo.
no me gustaría nada perderme ese día...
ResponderEliminarcontestando al comentario de mi blog, muchas gracias por lo de saliBa, en ese momento, no era yo y... por lo de hamigo, es una falta a propósito, imitando un recurso que usaba Cortázar para devaluar el sentido de algunas palabras.
Ese me lo esperaba casi, siendo tu no era facil tener 2... y yo aun no lei al amigo Cortazar... lo tengo en tareas pendientes.
EliminarPero conozco el uso de las faltas a proposito jejeje.
Aun asi, como siempre encantado de tu visita, y por supuesto estaras en primera fila cuando sucedan los cambios, Pasa buen dia!