Decepcionante…
Comento entre dientes después de más de diez años de espera.
El tiempo en verdad se había pasado volando, como quien pestañea en una
tormenta de arena pasajera y sigue haciéndolo hasta que la tempestad pasa y
puede limpiar sus ojos con la ayuda de sus lágrimas.
Todo se había acabado casi de la misma manera que empezó… de
buenas a primeras, sin causas ni detonantes, sin motivos ni excusas, sin alegría
ni pena. Simplemente había transcurrido una década aguardando algo que no llego
a producirse. Como un acontecimiento fantasma, ocurrió sin la menor importancia
ni testigos presentes. Su historia completa, la que auspiciaba llenar libros y
libros en cadena se había secado y la tinta ya muerta empezaba a cuartearse
hasta confundirse las letras, se desmoronaba la verticalidad de las consonantes
hasta volverse todo una línea confusa, tanto como lo había sido una relación
inmersa en un coma profundo sin más salida que la propia muerte.
Ese día sin duda era el funeral de un cadáver devuelto a la
vida en una segunda oportunidad podrida desde los cimientos. Nada expectante en
el inicio, un futuro prospero al llegar la primavera y servir de abono para
todos los sueños que con la oscuridad de su alma nunca llegaron a germinar. Había
concluido quizás la temporada más larga dedicada a una tarea, Tres mil
seiscientos sesenta y siete días manteniendo su corazón fracturado en bypass
coronario, y ahora el pitido se había vuelto continuo… hasta que desconectaron y a su cuerpo decrepito le dió por latir con sonido de
escombros. Un pulso digno de las entrañas de un volcán rugía dentro de su
pecho, vertiendo su sangre coagulada como magma que arrasaba su cuerpo por
dentro cauterizándolo al paso y tal como haría una enorme maquina de vapor, había
comenzado a moverse despertando del letargo del sueño de la roca.
Ahora ya nada podía matarlo silenciándole, sin corazón alguno que lastimar
se convertía en ese momento en el primer zombie omnívoro de la historia. El
amor, única palabra que había buscado sin parar desde que conoció su
significado en un libro había perdido el sentido, y ahora carente de él no era
más que otra de su vocabulario que bajaba puestos frente a otras menos bonitas
como follar y la mayoría de las variables del verbo joder con sus posibles conjugaciones.
Adiós fue la segunda que cambio de posición desde no ser
pronunciada nunca por la maldición de que pudiera cumplirse a llevarla
vertiginosamente a una de las recurrentemente empleadas. Se despidió de casi todos,
liberándose de tanto peso inútil… que al terminar su recorrido podía despegar
sus pies del suelo sin apenas proponérselo. Se liberó del trabajo y también de
las cargas invisibles que durante tanto tiempo le habían mantenido aplastado en
un interminable coma sin final.
Podía respirar sin el temor de que pudiera llegar a molestar
el sonido… de contener sus infantiles ganas de besarla a todas horas para no
olvidarse a que sabían sus labios, si a gloria o a ambrosía. Por supuesto…
obvio su pasado encargo de señalizar su posición con un ruidoso cascabel para
que su presencia no fuera a sorprenderla… de buena gana se arranco aquella
esfera hueca del cuello y lanzándolo hacia delante lo pateo hasta que su
tintineo se fundió entre el ruido de la ciudad. El corroído ambiente de
Madrid haría el resto con sus recuerdos tal como había echo con sus cicatrices…
desgastándolas hasta hacer desaparecer todo lo que no se protege.
Y lo mejor de todo, es que ya ni siquiera tenía que ejercer
esa labor. Se había acabado la promesa de estar con ella para siempre, de
protegerla de todo lo malo que pudiera turbar su paz, de darle toda la suerte y
no pedirle ni un poco siquiera de nada que no fuese tan gratis como el respirar…
o vivir… o sentir. En fin. Si de algo le había servido todo aquello era para
aprender que…
Que…
Que los leones de la sabana con su melena dorada y sus
sonrisas afiladas se convierten el vulgares gatos domésticos cuando viven en la
cuna de los felinos que es Madrid. Mucho estilo y poco instinto paseando sus contoneadotas
caderas con la prisa del que no llega tarde a ningún sitio y la certeza de
tener siempre un vaso de leche caliente si ronronean de cierta manera. Sin ni
siquiera haber conocido el placer de la carne fresca de un equino sin la pasión
asociada a la caza y derribo de la única presa, cuyos ojos no se cerraban por ningún
motivo en su presencia detrás de sus largas pestañas y su característica huida pues
era en dirección opuesta a lo normalmente establecido. Corría exactamente hacia
ella como sólo un kamikaze enamorado de su causa haría. Diez años no es tiempo
suficientemente perdido en una vida para aprender que algunas veces hasta lo
que más se quiere acaba por terminar.
Ahora ya podía descansar en paz sin la preocupación de ser
el foco de todos los males y las desgracias que desangraban la relación. No le
importaba una mierda la política, ni nada que no pudiera tomar forma delante de
sus pupilas. Era el momento de descansar en el placido sueño de los justos
conocedores de la satisfacción de haber llegado hasta el final de las
consecuencias. Sin remordimientos ni de los y si… que pudieran atormentarle.
Sonaba el frotar de la tierra moviéndose dentro de su persona, sellando todas
las cicatrices que durante años se formaron por el desgaste continuo de tener
un león dentro queriendo escapar de su prisión de carne y hueso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario