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domingo, 3 de abril de 2011

La lasciva historia de la nota repetida

Ella era el mal de todos los enfermos de aquel maldito hospital perdido a las afueras de la gran ciudad. Su nombre era música para los oídos de aquellos pacientes que incluso madrugaban para averiguar que turno tenía aquella semana.

En el fondo todos estaban enfermos, aunque su patología era irremediablemente cardiología, y en los casos más graves se derivaban a psicología. Pero en las puertas de Urgencias habían tenido que incluir un panel informativo en que informaban que allí sólo se atendían casos de necesidad extrema y que se verían obligados a pasar un examen previo antes poder incluso entrar a verla a ella.

Y si, es que desde su alta en el equipo de aquel hospital, se habían incrementado alarmantemente la admisión de urgencias hasta tal punto que habían tenido que habilitar una sala previa donde hacer diagnostico antes de cruzar el vestíbulo.

Allí directamente en esa sala, se podría escribir incluso más de un libro, sería posible albergar la idea de una trilogía, quizás la palabra bestseller sería vulgar y barriobajera al aproximarla a su presencia. Y es que su historia podría escribirse con sangre, mejor que con tinta. Porque algunos la podrían llamar la dama de corazones.

Para otros la doctora Amor.

Sólo algunos afortunados alcanzaban a conocer su nombre y a esas alturas la compra de una de las letras que lo formaban ya estaba por los 100000€ y no había opción de recompra, hasta pasado un año. A pesar de todo, ya se habían arreglado los baños, asfaltado el parking y dotado de café gratis a todo el amplio complejo que formaban la residencia y el hospital. Pero es que la curiosidad puede matar a un gato, pero salvar a cientos.

Y es que de sólo ella podía ser una idea tan buena. En aquel lugar, todo el mundo realizaba su trabajo como si encontrase en el mismo cielo. Y el panorama entre dantesco era pintoresco y agradable, como un cuadro con césped al lado de un río. El mundo al revés surgía de improviso y los pintores llenaban de atriles los campos de hierba fresca y se tiraban días para verla pasar. Las mejores vistas por ese entonces valían un dineral que nadie se podía permitir y los soñadores imaginaban por los bancos de los parques con un par de minutos en un lugar como ese, llenando páginas con ello.

Incluso todo había degenerado y por esa época los accidentes eran tan numerosos como innecesarios… Los adolescentes que se cruzaban con ella eran objeto de ciertos infortunios como golpearse con esquinas, puertas o señales de tráfico. Uno incluso perdió un brazo mientras en un espectáculo de circo jugaba con su caimán a esconderle la pelota. El cocodrilo nunca supo pedir perdón… pero al herido tampoco le importo.

Todos los desgraciados tenían esa extraña sonrisa de satisfacción, que con el tiempo llego a llamarse con el sobrenombre del mal de la nota recurrente. Porque sucedía de la misma forma cada vez sin importar la persona a estudiar.

Ella era casi una constante. Sólo permanecían fuera de su embrujo los invidentes y adinerados ególatras. Unos por lo evidente, otros porque ni podían aspirar a tenerla. Y es que no le importaba el dinero, aunque si le preocupaba aquella pandemia. Los puntos de sutura pasaron a ser como una moneda de cambio, con más valor incluso que el metal.

Los accidentados se miraban unos a otros maldiciéndose entre ellos por que su herida era desgraciadamente más pequeña… pero hasta los que realmente lo necesitaban resucitaban con ella y era genial ver como los ancianos con infartos. Recuperaban sus fuerzas para soltarle algún piropo teñido de verde al cruzarse con ella.

Es que no hay cosa más bella, que ella al ser una estrella con una sonrisa así, y eso hace mella en cualquier conciencia que se sella en condena a seguir sus pasos a más de cien metros si te alcanza hasta una querella.

Y es que lo es todo y a la vez nada… la musa para un mundo huérfano de inspiración, vacío y inhóspito, donde nada es lo que era, ni será lo que podría ser. Pero que en un lugar tan curioso como es los pasillos higiénicos de la zona de urgencias, donde nada bueno se puede esperar al entrar donde todo sucede mágicamente como si estuviera escrito.

Tan sencillo como verlo… tan natural como experimentarlo y que a diario suceden cosas extraordinarias sin pensarlo demasiado, en el lugar donde menos te lo esperas, puede caer una estrella y quedarte enamorado. Pero solamente un corazón abierto y sangrando puede entrar en urgencias a ser atendido de mal de amores si en la historia sale ella. Si no en la puerta será derivado. Cosas de la vida, hasta el dolor es envidiado.

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