Una vida es como una escalada hacia el cielo poniendo un
libro sobre otro, los que sufren vértigo viven lo justo con sus limitaciones…
en cambio los gatos viven casi siete veces más si tienen suerte en sus apuestas.
En su caso su vida no dejaba de ser el tercio de algo, que
en este tiempo ya es algo incipiente. A esas alturas no tenía un trono en el
infierno, pero al palco si se acercaba. Se había dedicado a contravenir todas
las reglas establecidas con el fin de acortar los tramites, digamos que incluso
se había dado prisa en ese asunto gracias al afán suyo de ser bien organizado.
La cosa es que estando justo donde quería estar y habiendo
llegado por anticipado, era el momento de aflojar el ritmo y equilibrar la
balanza. Prestando atención en no producir el mayor caos posible había
permitido la relajación en otras tareas menos importantes, y bastantes de sus
bestias se habían escapado campando alegremente a sus anchas. Todo estaba bien
y a la vez estaba mal… porque la existencia de sus planes ocultos tenía hasta
su justificación y parte de planteamiento, lamentablemente lo ocurrido no
formaba parte.
Esas bestias que había creado y criado tenían su función en
su mera existencia, pero eran más un uso preventivo que ejecutivo y en el
momento que ya no estaban controladas eran hasta peligrosas para la pacifica
coexistencia del hábitat.
Así que frenó en seco, como había echo otras tantas veces,
dejo sus problemas a un lado y se preparó para lo realmente duro. Cazar de
nuevo a todas aquellas criaturas que a pesar de seguir conservando semejanzas
con muchas de las especies de la naturaleza, distaban mucho de sus pariente en
conductas y comportamientos porque escondían junto a su instintos, sentimientos
quizás demasiado salvajes y destilados con lo que conformar una raza totalmente
distinta y artificial.
Tenía que ser bueno…y cazar todo aquello era una ocasión
excelente para comenzar. Miro dentro de si y observo aliviado como alguno de
sus reclusos más problemáticos permanecían encerrados en sus celdas. Tampoco
era de extrañar, los peores saben que fuera del cuerpo no tienen apenas poder y
por ello ni siquiera han optado por tomar parte en la masiva huida.
Los adversarios más peligrosos nunca arman revuelo en sus
escaramuzas, sus motines trepan verticalmente hacía la fuente desde las sombras…
no se expanden en todas direcciones tras deslizarse esquivamente por alguna
fisura.
Puntea a cada maldito mientras los cuenta.
Tiene al trío más terrible encerrado todavía. En sus cubículos
de seguridad continúan encadenados Malasangre, Rajado y Tertulias. De los dos
primeros no puedes esperarte nada bueno y el tercero es totalmente un peligro
descontrolado de proporciones titánicas, va dentro del traje de un confortable
y seguro enorme mamut prehistórico con unos colmillos tres veces más anchos que
los propios barrotes.
Puede que sigan ahí porque a diferencia del resto, fueron
los primeros en entrar en confinamiento a edades tempranas, los demás han
tenido su seguimiento y control su
retirada fue paulatina según recomendaciones de seguridad. También continúan
porque como los más temidos su única vía de escape total es derrotar toda jerarquía
y aún no es el momento apropiado.
Firma la declaración de intenciones, rebajando la prioridad
de los demás proyectos y duplicando la seguridad de las instalaciones. Coge su
cuerda favorita y se engancha los extremos de la madeja a modo de mochila entre
los dos brazos.
Echa un vistazo a la lista confeccionada con la
clasificación y empieza por el primer gran desliz a corregir inmediatamente,
debe de echar el guante a uno de los más rápidos y perniciosos. Chuta el
babuino. Letal cuerpo a cuerpo y contundente a distancia gracias a una mordaz
inteligencia con la que visualiza las taras internas junto a defectos visibles
de sus adversarios y los expone a la luz cual cruel espejo de deformidades.
La importancia de su captura reside a que contra más tiempo
este en libertad, mayores serán las consecuencias provocadas por la
corrompedora habilidad de sembrar la duda e ir segando la seguridad de quien se
cruce en su camino. La primera parada es sencillamente tan clara como el agua,
coge unos raídos hábitos color café de monja de clausura y se enfunda dentro de
ellos. Toma dirección al convento más cercano… y respira aliviado. Con un poco
de suerte no llegará demasiado tarde para evitar incrementar el daño.
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