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Eres más feliz que un tonto con un pesebre.
Y debería ser así y darme una tregua para ahuyentar demonios
que dentro de mí juegan a hacer vudú con mi propio corazón. Pero no lo es… y en
tiempo de paz únicamente encuentras todos los problemas allá donde los hubiera.
No es por la afición masoquista de meterte en líos, ni tampoco fabulosa virtud
de salir de ellos.
Sino que llevas tanto tiempo en las trincheras con la guerra
a uno y otro lado, que simplemente sobrevivías bailando entre las balas y saltando
junto a los proyectiles de mortero. Era casi milagroso cuando aún dándolo todo
por perdido terminabas por salir a trompicones del infierno sino triunfante, al
menos satisfecho.
Ahora que hay paz, deseas que cualquier estúpido te rete a
un combate porque a estas alturas tienes el culo tan pelado que ya no puedes
sentarte en ningún sitio sin escurrirte a continuación. No es porque pierda
aceite, ni porque antes siempre cerca de él… sólo es que ya no hay rozamiento,
fricción tampoco… todo va como la seda y la bestia que ruge dentro se muere de
no hacer nada encerrada en el fondo de un negro pozo que ni la luz osa visitar
en su natural morbosa curiosidad.
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