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viernes, 16 de mayo de 2014

Arena azul.



Se seco la tinta de sus venas por déficit de tiempo, dejo de absorber todas esas letras que colmaban las estanterías de la infancia y eso fue lo que acabo con su historia a medias. Sin hidratarse con libros sólo era polvo que obstruía las arterias y le daba algún que otro susto sin importancia. Se olvido de regar las flores y se le secaron los poemas, por eso debe de ser que en el jardín sobreviven exclusivamente los cactus, el aloe vera y algún ave del paraíso que anda perdido que no extinto.

Los libros chillan desde las baldas atestadas y les sigue ignorando como el que oye llover. Ir a su casa es igual que acudir a un monzón en el amazonas, incluso últimamente ni se puede pasar al salón porque dice que es demasiado peligroso.

Resulta que la enciclopedia se ha puesto en pie de guerra y anda mordiendo a los incautos que se asoman a comprobarlo… y bueno podría ser algo no del todo complicado si no fuera porque es de esas antiguas de quince tomos y de los gordos. Eso, ya viene siendo un problema que no se puede arreglar con el limpia, fija y da esplendor.

En el último informe parece ser que algunos ejemplares se han incorporado al sublevado motín y andan fabricando pilares con los no revelados mientras amenazan con salir de su confinamiento. Pero a él sigue sin preocuparle en absoluto, parece en paz y en cierta manera lo esta. El niño hiperactivo hace tiempo que se convirtió en un adulto sosegado que mantiene la sangre fría aun teniendo un conflicto en una de sus habitaciones.

De alguna manera. Lo ha provocado… visto desde fuera se le echa de menos, y ahora ya no es tan divertido entrar en ese salón sin televisor. Antes sonaba el tocadiscos a todas horas y los libros dominaban toda la habitación menos el escritorio. Había en la mesa del café… en los brazos de los sofás, incluso en el cesto de las revistas y si mirabas al otro lado siguiendo la dirección las librerías encontrabas un escritorio iluminado por una ventana que se cegaba al anochecer.

Allí abundaban los montones de folios que cual follaje de un bosque caduco juntaban historias que mutaban de un montón a otro. También estaba esa bandeja formidable repleta de papeles de todos los formatos con pequeñas joyas engarzadas en su interior. Era un lugar genial literalmente dicho y escrito, porque donde fuera que mirases todo tenía letras y contenía palabras. Y si querías ver algo allá, sólo necesitabas ponerte a ello e imaginarlo.

Funcionaba en ambos sentidos. Podías venir con la imagen de fuera y plasmarlo allí dentro, ya fuera a mano o a maquina, conseguías plasmar ese retrato con tinta en blanco y negro. Pero también podías empezar algo de la nada y era cuando ese cuarto estaba lleno de lunáticos cuando más brillaban las estrellas en su interior y todo comenzaba con una simple palabra y después se agotaban las horas sin que el silencio volviera a posarse en vez del polvo.

Cada uno enhebraba lo anterior con su pedazo y lo pasaba al siguiente. Y así se crearon todas aquellas leyendas con copas de vino y ceniceros atestados haciendo montículo. En verdad era una maravilla y aquella magia se ha perdido. Ya no le queda tiempo para visitas que no sean la de la mujer de la limpieza, la cual ante los nuevos acontecimientos ya dimitido a la voz de. Ya se lo decía yo señorito.
Y es que no se puede dar vida y después encerrarla bajo llave. Sigue estando soltero y sin hijos de carne y hueso, pero toda esa tinta que tocaron sus dedos pasa factura transcurrido el tiempo. Ahora le piden los intereses y para variar anda corto de efectivo. Siempre fue de los que lo daban todo sin importar quedarse sin nada y cuando lo necesita. Pues se aguanta y espera hasta que lo pueda lograr. Cualquier día hace las paces con los libros y termina la guerra con amor y atención. Lo mismo vuelve a escucharse el teclear de la vieja maquina y su timbre.

Por ahora su casa es un desierto de cenizas azuladas. Tose talco de billares por la mañana y cuando llueve intentas que no te de ningún abrazo por que más vale prevenir que curar y ya ni el yodo mancha más que su dueño. Pero todo va mejorando, el otro día fuimos al parque a tomar el fresco bajo el sol y apareció con un libro de sus preferidos. Alguna vez nos lo ha leído y fue cuando lo abrió que de nuevo sus letras tomaron vigor y sin convertirse en negrillas volvieron a tomar color mientras que su piel se tornaba morena y su voz vertía el sonido de las palabras sobre la hierba.

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