Se seco la tinta de sus venas por déficit de tiempo, dejo de
absorber todas esas letras que colmaban las estanterías de la infancia y eso
fue lo que acabo con su historia a medias. Sin hidratarse con libros sólo era
polvo que obstruía las arterias y le daba algún que otro susto sin importancia.
Se olvido de regar las flores y se le secaron los poemas, por eso debe de ser
que en el jardín sobreviven exclusivamente los cactus, el aloe vera y algún ave
del paraíso que anda perdido que no extinto.
Los libros chillan desde las baldas atestadas y les sigue ignorando
como el que oye llover. Ir a su casa es igual que acudir a un monzón en el
amazonas, incluso últimamente ni se puede pasar al salón porque dice que es
demasiado peligroso.
Resulta que la enciclopedia se ha puesto en pie de guerra y
anda mordiendo a los incautos que se asoman a comprobarlo… y bueno podría ser
algo no del todo complicado si no fuera porque es de esas antiguas de quince
tomos y de los gordos. Eso, ya viene siendo un problema que no se puede
arreglar con el limpia, fija y da esplendor.
En el último informe parece ser que algunos ejemplares se
han incorporado al sublevado motín y andan fabricando pilares con los no
revelados mientras amenazan con salir de su confinamiento. Pero a él sigue sin
preocuparle en absoluto, parece en paz y en cierta manera lo esta. El niño
hiperactivo hace tiempo que se convirtió en un adulto sosegado que mantiene la
sangre fría aun teniendo un conflicto en una de sus habitaciones.
De alguna manera. Lo ha provocado… visto desde fuera se le
echa de menos, y ahora ya no es tan divertido entrar en ese salón sin
televisor. Antes sonaba el tocadiscos a todas horas y los libros dominaban toda
la habitación menos el escritorio. Había en la mesa del café… en los brazos de
los sofás, incluso en el cesto de las revistas y si mirabas al otro lado
siguiendo la dirección las librerías encontrabas un escritorio iluminado por
una ventana que se cegaba al anochecer.
Allí abundaban los montones de folios que cual follaje de un
bosque caduco juntaban historias que mutaban de un montón a otro. También
estaba esa bandeja formidable repleta de papeles de todos los formatos con
pequeñas joyas engarzadas en su interior. Era un lugar genial literalmente
dicho y escrito, porque donde fuera que mirases todo tenía letras y contenía
palabras. Y si querías ver algo allá, sólo necesitabas ponerte a ello e
imaginarlo.
Funcionaba en ambos sentidos. Podías venir con la imagen de
fuera y plasmarlo allí dentro, ya fuera a mano o a maquina, conseguías plasmar
ese retrato con tinta en blanco y negro. Pero también podías empezar algo de la
nada y era cuando ese cuarto estaba lleno de lunáticos cuando más brillaban las
estrellas en su interior y todo comenzaba con una simple palabra y después se
agotaban las horas sin que el silencio volviera a posarse en vez del polvo.
Cada uno enhebraba lo anterior con su pedazo y lo pasaba al
siguiente. Y así se crearon todas aquellas leyendas con copas de vino y
ceniceros atestados haciendo montículo. En verdad era una maravilla y aquella
magia se ha perdido. Ya no le queda tiempo para visitas que no sean la de la
mujer de la limpieza, la cual ante los nuevos acontecimientos ya dimitido a la
voz de. Ya se lo decía yo señorito.
Y es que no se puede dar vida y después encerrarla bajo
llave. Sigue estando soltero y sin hijos de carne y hueso, pero toda esa tinta
que tocaron sus dedos pasa factura transcurrido el tiempo. Ahora le piden los
intereses y para variar anda corto de efectivo. Siempre fue de los que lo daban
todo sin importar quedarse sin nada y cuando lo necesita. Pues se aguanta y
espera hasta que lo pueda lograr. Cualquier día hace las paces con los libros y
termina la guerra con amor y atención. Lo mismo vuelve a escucharse el teclear
de la vieja maquina y su timbre.
Por ahora su casa es un desierto de cenizas azuladas. Tose
talco de billares por la mañana y cuando llueve intentas que no te de ningún
abrazo por que más vale prevenir que curar y ya ni el yodo mancha más que su
dueño. Pero todo va mejorando, el otro día fuimos al parque a tomar el fresco
bajo el sol y apareció con un libro de sus preferidos. Alguna vez nos lo ha leído
y fue cuando lo abrió que de nuevo sus letras tomaron vigor y sin convertirse
en negrillas volvieron a tomar color mientras que su piel se tornaba morena y
su voz vertía el sonido de las palabras sobre la hierba.
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