Había llegado tarde la voz de alarma, pero era rápida la
reacción. A pesar de los peores pronósticos al llegar al convento, lo que allí
se halló era dantesco… superando ampliamente al esperpento español. Dos de las
monjas más jóvenes corrían desnudas cuesta abajo en dirección al centro donde
seguro armarían gran revuelto.
La victimas colaterales eran de carácter corriente en esos
asuntos, lo primero que debía cumplir era el confinamiento del problema para
que no se volvieran a producir escapes indeseables. Por lo que tras atravesar
el portón lo inutilizo fundiéndolo directamente al marco. Después se giro para
contemplar de lleno el asunto.
Allí se encontró a otras tantas sirvientes de Dios
correteando como el padre las trajo al mundo por los corredores de los
jardines, la más anciana rondaba los sesenta y la mas joven los cuarenta y
tantos. La verdad es que el retraso no habiendo sido excesivo se había
producido ciertamente. Prestó mucha más atención y la clave se la mostró un
revuelo que corría paralelo por los pasillos internos del edificio que se presuponía
dedicado al servicio por su simplicidad arquitectónica.
Entro por la puerta de lo que era la pastelería de aquel
lugar encontrándose de frente con una gorda monja que andaba devorando
pastelitos a dos manos. Detrás había otras tantas más menuditas que andaban
dibujando ángeles a base de abanicar sus brazos sobre la harina del suelo. Dejándolas
a la izquierda avanzo con el pasillo donde iba encontrando rastros de lo que
buscaba. Prendas de mujer andaban dejando un sendero de pistas, por la cantidad
seguida se trataba de un numeroso grupo de hermanas. Sus gritos todavía las posicionaban
y de paso le instaba a aligerar…
Los últimos giros de pasillo los hizo entre deslizando y
volando hasta que topando con una puerta de emergencia la cruzo dando un
portazo al otro lado. Al entrar encontró a un cuarteto de mujeres semidesnudas
acurrucadas entre ellas, a un par encaramadas al altar principal y a una pobre
desgraciada estampada contra un banco posiblemente por una mala elección en su
huida. Chuta estaba encima de ella, agazapado sobre su espalda, mientras
arrancaba la ropa que aunque escasa le colgaba como quien pela una banana.
Saca la soga y reza su nombre. Némesis despierta y repta por
el suelo sin hacer ruido. Avanza como la niebla al amanecer, deslizándose sobre
el roció hasta llegar a su victima. Le da dos toquecitos en su espalda y antes
de que termine de girarse para comprobar que es, muerde con sus dientes de
filamento cosiéndose a su presa. Después es como pescar un gran pez, sueltas
carrete y recuperas… así hasta que el cansancio le llegue y se le pueda retirar
colgado como un títere sin posibilidades de zafarse del destino.
El primero de vuelta al parque. Ahora sólo faltan veintitrés
engendros.
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