El cero absoluto es aquel donde la vida no puede producirse,
ese lugar en el que ningún proceso sucede a falta de energía… en fin la nada
imbuida en el silencio, la antitesis de mi persona y el destilado de mi
interior.
Nací siendo fuego pero no logre controlarme… me he extinguido
y resucitado tantas veces que la palabra polvo se voló de mis labios para nunca
volver a posarse otra vez en ellos. La vida te machaca y cuando estas esperando
a que alguien tire la toalla por ti, va y vuelve a golpearte.
A veces te dejará inconsciente… las otras sin aliento.
La historia sucederá tanto si los personajes participan en
ella, como si se quedan sentados sin hacer nada. El tiempo transcurre moviendo
las escenas como el otoño hace con las hojas muertas. Pero al plomo no hay
quien lo desplace. Permanece anclado… erosionándose al igual que las montañas y
los volcanes.
Y en esto llego la vida y regando el mundo lo lleno de
movimiento y de lógica. Creo la supervivencia y observo como el devenir de los
días hacia el resto. Allí donde no había nada broto un sentimiento y en las
llanuras devastadas surgió de nuevo todo ese talento que se había malogrado.
Las cosas no suceden como se planean, esto esta claro. El
destino juega sus cartas desde el otro lado de la pecera y no se las enseña ni
al narrador hasta que la partida esta concluida. La primavera cicatrizo todas
las heridas trenzándolas con enredaderas y deshizo poco a poco el hielo a base
de soplar su aliento. Calentando el mundo hasta que todo volvió a reaccionar de
forma espontánea.
Nadie se olvida del hielo y de su historia… mientras haya un
pedazo que guarde el silencio de hace mil años. Porque los cubitos son como la
memoria, fragmentos inconexos cuando están separados, pero algo con sentido si
se ordena desde el principio. Porque no hay final sin adiós, ni buenos días sin
una sonrisa al otro lado del espejo.
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