¿Alguna vez habéis descubierto una habilidad creciendo
dentro de vosotros?. Muchos lo consiguen, otros tanto lo desperdician y unos
pocos van más allá de lo que la lógica alcanza a imaginar.
Cuando era pequeño, la mayoría de las cosas se le daban bien
a la primera, no despuntaba en ninguna, pero tampoco era el peor en todas. No
fracasar no implica vencer, igual que por muchas matemáticas que uno llegue a
manejar nunca podrá ponerle un número a lo obtenido tras una patada en los
cojones bien dada. El conocimiento y la práctica van por la misma autopista
pero por carriles distintos. La experiencia se consigue cuando ambos vehículos van
casi a la par y en el mismo sentido.
Él no tenia ambiciones ni tampoco objetivos claros. Por ningún
lado aparecía la codicia y la avaricia no cambia dentro de sus bolsillos vacíos
y apolillados. Le podían llamar cualquier cosa porque tampoco le molestaba
demasiado lo que de él dijeran los demás… y ya en el instituto había leído
tantos libros de diferentes temáticas que casi se sentía invencible dentro de
la fortaleza que podría hacer con todos aquellos tomos si pudiera
materializarlos desde su cabeza.
De nada le importaban las collejas que era lo único que les
restaba a la mayoría de los abusones, porque ya nadie tenía valor por aquel
entonces como para burlarse de su persona sin quedar en evidencia después tras
su mordaz devolución dialéctica.
Sonreía mientras se frotaba los golpes que le daban, la
acidez de su lengua viperina estaba volviéndose una leyenda, aunque en verdad
no dejaba de recibir lo que sembraba. Por ello lo encajaba todo estoicamente
sin perder los estribos ni la cabeza. Absurdamente lograba sacar lo mejor de
cada uno, a pesar de que similar ocurría en las facetas negativas. En fin, su
especialidad era potenciar a los demás sin duda alguna. El no cerrar la boca a
tiempo, quizás su debilidad… la verdad es que tampoco era esa la piedra de
todos sus problemas sino la amalgama de su temeridad, mezclada con una anómala
falta del miedo a sus posibles consecuencias.
Lo que la mayoría le llamaría trasroscar la tuerca en su
caso era más bien derribar la torre Eiffel quitando solamente una. Y por increíble
que pareciera esa conducta que no conllevaría más que a sin fin de problemas, se
mantenía a salvo por pura saturación.
El tiempo pasó y paso… y en cierta manera sobrevivió a lo
que generaba soportando su propia radiación. Se convirtió en piloto de pruebas
porque no había nadie en el planeta que le gustase tanto eso de poner al límite
las cosas. Los mejores ingenieros pujaban por sus servicios porque era como la
prueba final de sus experimentos, si la pasaban habría pocas cosas que pudieran
evitar su ascenso a la fama y la gloria.
Encontraba los defectos y los explotaba hasta dar con su fin.
La vida en sus manos era como alimentarse a base de manzanas del árbol que
nadie debió probar y aun así pedir otra ronda. Porque soportarse a si mismo
cada mañana ya era un logro sin precedentes.
Cuentan las malas lenguas que su ego le llevo a su final.
Cuando quiso comprobar la veracidad de aquel dispositivo que había desarrollado
la NASA que lograba equilibrar cualquier aeroplano para así evitar que se
estrellase por malas que fueran las condiciones. Quizás querer probarlo en un
caza al máximo de sus revoluciones, con el viento picado y volando invertido a
ras de suelo fue tentar demasiado a su suerte.
Puede que fuera así, pero según testigos presénciales, dicen
que la mismísima muerte vino gustosamente a por él en persona y que en vez de
cortarle el alma con su guadaña le tendió la mano y tras ayudar a levantarle se
fueron caminando entre el fuego como si fueran amigos de toda la vida. Esta
claro que esta aún sin demostrar. Pero aunque sea un mito era el único
alquimista capaz de transformar gatos en leones y viceversa.
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