Afila el pensamiento igual que antes hacia con sus
lapiceros, ahora desgasta los dedos contra las teclas casi compulsivamente, como
quien busca debajo de las piedras. Pero al otro lado sigue sin haber nadie que
conteste. Sólo un cursor parpadeante que espera al siguiente dictado.
Le dice que se muera.
Y sigue ahí, expectante a la siguiente novedad.
Después de unas cuantas intentonas, se sienta y lo hace,
fusila sus ideas cosiendo los cadáveres hasta conseguir una especie de
serpentina macabra de cuerpos sin vida e ideas petrificadas. Les mete corriente
y allí continúan frías cual mármol sumergido.
Mira al pasado e igual que cualquier otoño recuerda los
montones de hojas y salpicadas de palabras sonreía mientras las veía saltar,
bailar y reírse. Contaba historias vertiéndose en todas direcciones, era un
aguacero de vida que lo anegaba todo hasta hacerte respirar debajo del océano.
Ahora mira sus manos secas y nota la tinta reseca al fondo
del paladar, la tecnología ha vaciado parte de las estanterías donde antes vivían
libros. Casi ni recuerda el olor al papel envejeciendo en su salón. Aroma a café,
tostadas y un libro cuando el tiempo era un aliado y no un enemigo.
De eso queda nada, o algo… quien sabe, quizás lo suficiente
para ir tirando de día en día. Sobreviviendo con un pequeño huerto abonado a
base de imaginación.
Todos en la gran ciudad son esclavos de sus relojes y la
mayoría de las cosas acaban en la papelera del olvido antes siquiera de
comenzar. Las plantas se secan y los animales esperan a que sus dueños les de
por llegar. Al final la vida se abre camino y parece que no hay nadie que no coma
en cualquier pecera. En fin todo continúa con sus idas y venidas… también por
supuesto con sus caídas y vueltas de campana
Cuando despertó en su sofá en mitad de la madrugada, se dio
la vuelta y siguió durmiendo… El tiempo se le sigue escapando pero a veces en
la duermevela de los inconscientes. Sus manos buscan el ordenador y en silencio
narran desde ese pequeño rincón escondido las letras que al día siguiente servirán
de alimento de las horas muertas.
Dicen que cuando la oscuridad llega, en algún lado todavía
hay luz como para no perder la cabeza, en el caso de llegar tarde, siempre se
puede empezar de nuevo con la salvedad de que algunos errores suceden y otros
los ejecuta el olvido. De cualquiera de las maneras mientras se ponga atención
no habrá tiempo perdido ni vida malgastada.
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