Tantas veces caiga, una más se levantará aunque sea irguiéndose
sobre su propia sangre, ese fue siempre su lema al que guardaba recelosa
fidelidad. No importa cual sea el daño, lo curará tarde o temprano para sumarse
a su colección de cicatrices que hacen plausible un historia digna del
vertedero más inmundo del universo donde jamás se pensaría que pueda existir
vida.
El dolor para algunos es inaguantable, para otros es como el
dulce alimento de su sangre y su siniestro linaje. No deja de ser una leyenda
al pie de las fotografías más macabras que ningún diafragma deseo nunca
retratar. A pesar de todo su existencia era tan innegable como el tumor de odio
que carcomía las paredes de un corazón tan podrido que latía sólo por llevarle
la contraria a la mismísima muerte.
Cada madrugada al amanecer la parca se le acercaba desde las
sombras afiladas jugando a cortar el aliento con su guadaña. Iba allá donde
yaciera en reposo sin conciencia y masticando entre sus mandíbulas envejecidas
al aire comentaba que a pesar de los obvios retrasos de tal cliente se le
prologaba el calvario un día más hasta que pidiera clemencia por sus múltiples
y variados pecados.
Al ocaso volvía a repetirse con una exactitud similar ese
extraño baile de la muerte con sus encargos especiales, no por nada… sino
porque nadie le había visto suplicar. No lo hizo cuando su padre le azotó sin
piedad alguna hasta dejar los huesos desnudos entre la carne de su espalda, ni
cuando en el calabozo un día después intentaron inútilmente arrancarle de las
manos el trozo de garganta que rodeaba la característica nuez de su progenitor.
Pasaron semanas hasta que la arrojo a un lado de la celda,
no por nada, sino porque ya comenzaba a apestar a perro muerto y le resultaba
desagradable ver como los gusanos horadaban entre la cada vez más escasa carne
restante.
Así que sin proponérselo sobrevivía un día más año tras año,
hasta llegar al momento de desinteresar a la muerte porque con el tiempo le había
robado incluso el orgullo de no fallar en su negocio.
Una mañana se despertó sin ni siquiera sentir la carga de
quien teniendo una cruz encima tenía encima que cavar la fosa donde sería
enterrado. Se levanto una vez más dando comienzo de nuevo a la cadena sin fin
del que siendo roca se convirtió en arena para con el tiempo moldarse hasta
transformarse en el mismo que era antes de que hasta la muerte se aburriera de
esperar la mínima conducta que le convirtiera en un humano y su maldita
misericordia compungida e inútil.
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