Igual que un dejá vù. Claudia siempre encuentra a Lestat año
tras año, de una década a otra y con el devenir de los siglos sus encuentros se
han vuelto asiduos a la vez de peligrosos.
Ella siempre tuvo la piel de porcelana, incluso antes de convertirse
en una hija de la noche a manos de su creador y maestro en el arte de robar
almas a través de los colmillos. Su mejor alumna de la clase avanzada, superó
al resto de sus vástagos en menos tiempo de lo normal. Era tan buena… que
tuvieron que dejarla en libertad sin cargos porque mantenerla bajo su
protección era como tener una piraña en la bañera.
Algo muy bonito, pero demasiado peligroso…
El tiempo ha pasado con cuentagotas pero nueve años después
todo sigue como siempre. Dicen que el hombre es el único animal que tropieza
con la misma piedra, pero en los inmortales tampoco cambia tanto.
Claudia lleva años convirtiéndose en una leyenda y sus cacerías
han cobrado tantas almas que ha estrenado ya varios sacos hasta llegar a hoy.
Sigue siendo la mejor en lo de los mordiscos y aunque no entiende ni de género,
ni de número aún mantiene la precaución al cruzarse en su camino. Puede que las
nuevas generaciones vengan golpeando fuerte. Pero conforma ella mejora, el se
va volviendo cada vez más duro, más rápido… peor.
Aunque nunca le tuyo miedo. Jamás a él porque su odio era
amor puro y su venganza no era otra que matar su curiosidad pagándole con miles
de almas por el siguiente secreto que le fuera a desvelar.
Padre e hija son lo mismo y a la vez muy distinto. Una
sangre idéntica pero dos cuerpos diferentes.
Llegará en día en que tengan que saldar cuentas. Media alma
de cada victima suman muchas al final de la condena que los mantiene separados.
No por nada… sino porque juntos serían capaz de desangrar al mundo entero para
después bebérselo y no dejar ni gota. Su hambre ni siquiera es insaciable
porque es como una sombra, se adapta a la orientación de cada sol y cada
estrella pero nunca desaparece por completo… y como en el firmamento,
representan su eterna guerra por ser el superior.
Ella sigue siendo la luna… él simplemente su lado oscuro, ya
ni siquiera su sol… porque escondió sus huellas en la historia hasta confundir
su rastro entre la verdad y su mentira.
Te echo de menos dice su última carta. Mas nunca es la
final, sino el principio de cada vez como si no hubiera ni ayer ni mañana.
Mientras sus destinos no se crucen otra vez reinará una semipaz en sus caminos y
por mucho que la felicidad se haya convertido en un artículo de lujo digno de
un gran coleccionista. Para ellos la posibilidad de retomar lo que dejaron en
el pasado es tan peligrosa como iniciar una reacción en cadena que asole el
mundo hasta transformarlo en cenizas.
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