Como siempre vuelve noviembre con su once que le acompaña,
mi mes favorito porque a mi madre le dio (no sin ayuda) por alumbrarme, después
me pase media vida a oscuras… pero eso ya es cosa mía. Viene con su frío y sus
muertos que regresan el primero de sus días. Llega y se va tan efímero como de
costumbre, un día nacen escorpiones y al siguiente salen caballos porque de las
llamas se puede esperar cualquier cosa.
Para variar todo mi mundo se pone cuesta arriba porque
diciembre viene cargado siempre de trabajo y cenas de empresa… y allí donde los
fogones esperan las órdenes, sigue mi fuego interior alimentándose para tener más
candela quizás en el aniversario de los 30.
Otra noche más en la que no puedo perderme por las calles de
mi antigua ciudad a encontrarme con todos fantasmas que hasta desaparecieron de
mis pesadillas, por supuesto tampoco estarán todos esos amigos que hacen de una
velada como esta una fiesta donde celebrar la reunión a la vieja usanza, con
litros de alcohol que entibien la oscura frialdad de una cita en el campo.
Sigo teniendo la misma hambre de antaño de fiestas y
eventos, pero incluso un poco menos de tiempo en mi reloj de arena. Ya ni
siquiera lo recargo porque los vampiros hace siglos que dejaron de invitarme a
su noche eterna, tampoco me importa… puede que la sangre de lobo sirva lo mismo
porque al menos ofrece la oportunidad de ver el sol y también la luna.
Continua Frankenstein saludándome con flores cada mañana al
otro lado del espejo, como siempre rechazo el ramo porque es demasiado temprano
para celebraciones, sirvo un café doble sin leche ni azúcar directamente de la
cafetera del demonio y lo vierto frío por mi gaznate a su salud mientras las
pupilas se contraen en sincronía con el duodeno. Después me visto como los
reyes, lentamente y sin ninguna prisa porque por desgracia reponen los cercanías
constantemente en la estación de debajo de casa.
Y vuelvo a la lucha del que no conoce la paz porque nunca
cesa el fuego en su trabajo. Mañana sonreiré cuando vea los zombies retornar a
sus casas como una torpe marabunta que huye del amanecer y lo haré más todavía porque
el 1/11 siempre me causo cierta gracia. Todos se acuerdan de sus muertos y
durante un día dejan sin manchar el nombre de los del adversario. Bailaré sobre
su tumba junto a los Siniestro Total y camino al infierno siempre por
autopista, veré al diablo con su simpatía característica reinar en el averno de
la casa de las guitarras eléctricas y suenan los cantos rodados. Allí donde la música
suena sin cesar hasta acabar el día.
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