No tengo coherencia, la perdí de pequeño jugando en el
parque. En cambio a la responsabilidad la enterré yo deliberadamente en la arena
del jardín de infancia. Pensé que sería útil llevar encima solo lo que fuese a
utilizar en el momento, porque a su vez era cierto que nadie llevaba por
ejemplo tierra en los bolsillos.
Así que ya de pequeño me dispuse a volar. A despegar los
pies del suelo ya que en el fondo no deja de ser una de las mejores sensaciones
junto a nadar que se pueden experimentar de cuerpo entero. ¿De que sirve el
lastre?, por suerte a esas edades no disponía de una cabeza tan llena de aire
como un globo aerostático, por lo tanto era ilógico llevar exceso de cualquier
cosa que no tuviera sentido, obligándome a soportar y respetar por lo tanto las
restricciones dadas por la naturaleza.
El cuerpo… contra eso no podía hacer nada, me venía impuesto
como al reo su sentencia, mi único deber desde nacimiento era cuidarlo
correctamente, pero como venia sin instrucciones, supuse que sería de esos que
se controlan con creatividad e ingenio y ya lo tengo bastante tiempo… tan erróneamente
no lo estaré haciendo.
La otra norma era la gravedad. Ya que ante eso no se puede
hacer nada para quebrantarla, salvo usar una fuerza impulsora mecánica… me
dispuse a dejarla en su cifra básica y reducir la cantidad de acciones que
pudieran relacionarse con dicha magnitud. El secreto estaba basado en que mis
actos no es que sean todas buenas, si no que no son malas… así la gravedad relativa
a mi propia persona es casi despreciable, como yo ¿no?.
Y no es que me salga del contexto científico, para nada. La
realidad es que siempre he podido volar… Me pase los primeros años de mi vida
entrenando por la noche, cuando aun dormía profundamente. Me escondía del mundo
debajo de mi sabana y volaba durante horas hasta el amanecer.
Despegaba después de unos cuantos pasos en carrera y saltaba
manteniéndome en el aire suspendido a pocos centímetros del suelo, con la práctica,
comencé a levantarme cada vez más lejos. Los aterrizajes nunca fueron buenos
para nada, casi me abro el alma en dos la mitad de las veces, por suerte el colchón
era cómodo y en los sueños el daño se reduce a dos variables. Almohada de
espuma o de plumas. La verdad es que para ensayar eso de desvincularte del
cuerpo es el asunto deseable… Así que antes de ir al instituto. Tenia tantas
horas de vuelo pseudo practico… como los pilotos en sus vidas laborales.
Pero mi ambición iba más allá, por problemas oculares y
vista frustrada la conquista del aire con un aeroplano en mis manos. Decidí
dedicarme a las incursiones ilegales y probar suerte en las alturas. Entrene mi
cuerpo a la carrera y al salto… por otra parte nadaba como un delfín en la
piscina… Forzando a mi cuerpo a moverse en sincronía con el elemento para
volverse tan fluido como deslizante. Curtí mi piel como si fuera cuero, con el
tiempo llegaría a estar como el acero colado. Pero antes de todo eso, por
supuesto llegaron los fracasos.
Las caídas… los golpes, las quemaduras, las abrasiones… mi
cuerpo parecía un muestrario de cicatrices con diversas formas, por aquel
entonces echaba de menos la cama por las noches… porque era cuando entraba
gracias al insomnio por las calles abandonadas, donde nadie pudiera confundirme
con un superhéroe como superman.
A esas horas, sólo quedan gatos y trabajadores que no miran
al cielo… Básicamente porque en las ciudades ya no quedan estrellas. Así que al
final inevitablemente todo tiene sus consecuencias.
Ahora soy yo el que esta enterrado, si!, pero en otro lugar
que no es donde esta mi responsabilidad, pero no os diré el lugar por privacidad.
Conforme me fui adentrando en el problema, más abstracta se volvía la solución.
Y como no iba a usar alas como las de los hermanos Wright o Da Vinci… encontré
en el principio de mi aprendizaje la respuesta… que era planear. Como últimamente
había progresado en la piscina y cada vez llegaba más lejos en mis caídas.
Estipule que lo que me faltaba era altura… Y lo hice, me
tire del edificio más alto que encontré en esa maldita ciudad. Tome impulso
suficiente y salte… De todos ya es sabido que no lo logre… y que aun partiéndome
todos los huesos y aplastando mi alma hasta el perfil del papel, conseguí
planear la friolera cifra de 53 nada despreciables metros. Pero es que debe de
ser que los cien kilos que pesaba no eran nada despreciables y yo fui la
consecuencia.
Ahora resido en el cielo, no es lo mismo, pero en realidad
la solución era enterrar el cuerpo y olvidarse del resto. Otra diferencia es
que tengo alas, puede que eso tenga algo que ver. Aunque la sospecha la tengo
en el arito que tengo sobre la cabeza. Desconozco si es de atrezo o libera de
las restricciones impuestas. Es cierto que llevo poco tiempo y llevo no se
cuantas multas. Quien sabe donde acabare el día de mañana.
Dios dirá.
Elvis lleva tupe, viste un traje de estrellas y los
pajaritos de aquí arriba bailan al son de las arpas y violines.
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