Una existencia breve puede significar una eternidad o una
vida entera caber en un solo folio. Todo depende de lo vivido y por supuesto lo
sentido. Cada mañana despunta el alba bien temprano y cada “adulto” debe
ejercer sus labores… hay muchas clases de trabajo, pero se pueden resumir en
tres… los buenos, los malos y los que están pendientes de clasificarse en
alguno de los anteriores. Dicen que hay dos tipos especiales, los que se pasan
volando y los que no cuesta hacerlos, pero como todas las leyendas urbanas,
falta contrastar la información adquirida mientras tanto son simples mitos de
fantasiosos y soñadores.
Una jornada puede volverse vertical como la pared de un
acantilado o puede ponerse cuesta abajo con una pendiente que se va
incrementando depende de los éxitos y fracasos acontecidos en ese mismo turno,
incluso tener la suerte acumulada de recibir el bote de semanas anteriores.
A veces no se sale del pozo y otras tantas te aburres de
gastar energía mientras todo se llena de agujeros negros… esas veces más vale
desconectar e irte a otro sitio, no vaya a ser que te toque el premio y ni siquiera
estés jugando a ese sorteo.
El resto de días intentas sobrevivir a un nuevo intento, a
otra oportunidad de seguir en ese sitio un poco más de tiempo. En ocasiones
cuesta hasta tragarse el orgullo mezclado con tónica para que al menos siente
bien, otras sólo piensas en la inminente salida al estilo de Pedro Picapiedra.
Aunque existen otra clase de días, los antiadherentes. Son días que no se
pegan, ni siquiera pesan… únicamente pasan.
Los problemas se acumulan, pero esta vez te has anticipado y
has puesto en ese lugar un cubo de la basura de gran capacidad. Te presentas en
el trabajo como cualquier día, pero es distinto a todos los demás. Enciendes la
luz, el gas y prendes el fuego mientras que el ruido de los extractores
comienza a afinar instrumentos en la orquesta. Miras el orden del día y te
encuentras de bruces con el desorden de tu cabeza.
Finges sorpresa y le das al botón del equipo y sintonizas
Rock Fm y entonces todo empieza a suceder. Cada regalo supera al anterior… las
manos flojas simplemente esperas sin apostar, mientras tanto el trabajo sucede
sin prisa pero sin pausa, alternando los momentos de disfrute personal con los
de sometimiento profesional. Por suerte la música siempre mezcla bien con el
arte. Suenan los grandes y también los clásicos. Los monos bailan felices
incluso algunos se atreven con las letras. El mundo es extraño cuando se vive
en el infierno, porque de donde muchos huyen otros terminan entrando al igual
que las corrientes de los mares en verano.
Puede llover mierda durante cien días más, el show debe
continuar hasta que salga un trabajo de esos buenos que están esperando a la
vuelta de la esquina… tendrás que buscar mejor porque con tanta música a veces
estas perdido y te cuesta centrarte. Pero ten paciencia y respira, para y
piensa… sino simplemente sigue y disfruta porque las guitarras eléctricas tocan
para ti lo que tu naturaleza salvaje echa en falta. Un segundo de aire y mil más
de libertad. Detrás suena el metal y el fuego, pronuncian tu nombre entre
susurros… y es cuando haces lo más normal en ese caso, te giras y subes el
volumen hasta que únicamente sientes el lugar donde se esta en ese momento.
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