Existen muchos tipos de odios y tengo varios de ellos. Los
hay que tienen historia, su fundamento y otros son tan ilógicos como viscerales.
Puede que la gran mayoría que poseo sean de esta última categoría así como
otras que ni siquiera comentaré por ser corrosivos y contagiosos. Pero a veces
sueño despierto con hacer algo que con un poco de suerte cuando vuelva se me habrán pasado las ganas
iniciales… regresando a la normalidad.
Pero no soporto los agentes de seguridad que llevan una
absurda banderita española en sus porras. La verdad es que me importan pocos
dichas personas así como otros organismos gubernamentales, aunque también es
cierto que a ellos no les haría nada porque suelen tener sus propios
reglamentos internos y suele estar más sancionado, pero los de seguridad me
ponen negro, y me imagino empalándolos con sus propias defensas de ataque.
Penetrando su masculina virilidad mientras intento encontrar mediante palpación
instrumental la localización exacta de sus cerebros.
Comprendo la necesidad de ciertas empresas de mantener
vigiladas sus instalaciones, vivimos en un país con una laxa moral y aun peores
maneras. Pero algunas cosas me enervan como que abran el grifo mientras me
ducho, se enfríe la comida en la mesa, o me digan que me calle. También me
molestan irracionalmente las banderitas de españa, quizás porque acumule tantas
con las medallas que ganaba de pequeño que acabe repeliendo esos símbolos.
Soy español, eso lo se desde nacimiento, pero mi patria es
mi continente no mi emblema y puede que algo insignificante no tenga valor
alguno en sus acciones. Pero a su vez un símbolo encierra un significado con más
o menos relevancia. A veces mis acciones son importantes, otras no… algunos días
son tristes y otras me veo sonriendo en el metro ante la idea de sodomizar a un
agente de seguridad ejecutando quizás una paradoja siniestra. Mas no es mi
culpa, mi cabeza esta llena de resortes escondidos, que saltan a la menor señal
de alarma.
Porque la vida no deja de ser irónica ningún momento del día.
Es posible que por la mañana alguien se levante alegre para ejercer su trabajo
con un absurdo emblema cosido a su herramienta laboral y horas después se
vuelva a su hogar con más partido de lo habitual. El mundo es injusto lo se, lo
parece y realmente lo es. Pero al menos cuando ejerzo mi “obligación laboral”
mantengo un cierto decoro al no mostrar mis gustos a quien no le vaya a
interesar. Puedo ser verde, rojo, azul o púrpura… eso es cosa mía, pero no me
siento seguro ante cosas así.
Se que el odio no es bueno, que es como un cáncer que te
carcome por dentro hasta abrirse hueco hasta el aire libre. Puede, pero al
menos lo mantengo aun dentro de mi escondido de ojos ajenos. Espero que alguna
especie de iluminación llegue a todos y que empiecen a pensar en vez en
sobreexplotado uno mismo, escojan para variar en los demás. Y ser algo más asertivos.
Entre tanto seguiré soñando despierto, puedes estar a salvo de mí… No entiendo
de banderas, pero mejor si no apareces en el tablón de mis odios.
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