A veces sucede que cuando estas perdiendo la partida, esta
gira inesperadamente y te muestra la victoria sin que la suerte empañe el
esfuerzo acontecido. Nunca nos han salido del todo bien las cosas, ni tampoco
en absoluto nos han ido mal en la mayoría de los asuntos. Quizás con un poco más
de justicia hubiésemos rellenado los huecos con algo más de alegría y supongo
que madurar no hubiese sido una prioridad en la adolescencia.
Demasiados posibles que hacen incierta cualquier ecuación basada
en fechas reales… al final de la cuenta sólo hay un cúmulo de despropósitos erróneos,
un montón de incoherencias difíciles de explicar y un absurdo tan contaminado
que es despreciable a ambos lados de las coordenadas bajo estudio.
Pero también ocurre que después de todas las caídas y
tropiezos, sale el sol un día y en el cielo trinan los pájaros sin que no haya
dios que pueda contener su algarabía. Y ahora ese día ha llegado, o sin duda
llegará donde celebrar por una vez la felicidad de un hermano no empañe la
fiesta con el egoísmo de los días más oscuros jamás contados. Y me alegro
porque en verdad todo ejecutado merece al menos un respiro entre una condena y
otra, y ahora en su libertad momentánea superar cada obstáculo que la vida te
arroje.
Ya no por inercia, sino porque al fin y al cabo, cuando uno
toma las riendas, por mucho que le duela al caballo, las cosas se encauzan de
tal forma que el tiempo pasa sin pestañear como quien viaja sobre unos raíles
bien encerados.
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