Mi prima B siempre ha sido la mejor del mundo. Al menos para
mí, porque aunque suene un poco egoísta,
es la única que ha compartido piso conmigo. Y es que es una compañera
ideal. A ella le gustan sus cosas, si entiendes eso, compartir despensa con
ella es súper sencillo.
Ella tiene su banda sonora, igual que Amelie. Aunque lo suyo
tiene muchas más guitarras y menos teclas. Le acompañan cascabeles igual que a
los duendes y la mayoría de las veces cae de pie como los gatos. Y solo ella
sabe las vidas que ya ha gastado. Las noticias lo son hasta que dejan de serlo.
Guarda un diafragma por pupila y nunca he visto a nadie encerrar
tanto en tan poco espacio. Sintetiza los sentimientos dentro de una polaroid
que nunca pone precio, es como hablar con una gota de agua en presente, pasado
y futuro, porque nunca dejara de tener esa mata de pelo enredada como la noche.
Y su sonrisa marca las mismas estrellas desde el principio de los tiempos.
No necesita abuela, aunque sí que la echa de menos,
sobretodo sus platos, porque guarda del Pérez, su buen apetito con sus ciertas
limitaciones características. Cada uno una casa, cada cual su hogar. Pero nadie
como ella para cimentar el mundo hasta hacerlo bello. Nadie aclara mejor las ideas ni con cloro. Es
como tener a un psicólogo sin el engorro del diván y los recibos.
De ella aprendí desde servir una cerveza, a modificar una
verdad adecuadamente... pasando por sus mejores lugares donde perderse y amigos
que nunca olvidar. Ella es el pop para mi rock, un ritmo diferente, pero
divertido… igual que jugar a la botella con Buda, tú siempre recibes. Porque
tarde o temprano aprendes algo entre sonrisas.
Cada noche cuando me acuesto, me acuerdo de ciertas
personas, no las enumero, ni las pongo en orden, simplemente están ahí esperándote.
De ella siempre deseo que nunca cambie, porque sigue siendo tan especial como
el primer día. Por mucho que la estrenen, no pierde el brillo que la
caracteriza.
Ser Blanca no siempre denota un color, sino la suma de todos
hasta hacer que la intensidad roce el límite de que lo que no se ve se haga
real y lo que nunca debió de existir desaparezca. Es una paradoja rodando sobre
la madera del parquet. No hay joven más sabio que aquel que deja que el agua inunde
su silencio.
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