Deje este mundo olvidado por las luces de otro lugar que me confundía
con sus estrellas.
Mucha gente regalando palabras al igual que billetes,
regando los oídos con cumplidos sin importar su sinceridad ni el color de sus
intenciones. Como en la madriguera del conejo… todos querían capturarte.
Pero pasa el tiempo. Y sigues sin ir hacia ninguna
parte. Permaneces estático, anclado en
un mismo punto. Muchas visitas pocas esperanzas… no había rastro alguno de
soledad, pero entre tanto bullicio tampoco había silencio.
Pude ver tantas babas juntas que fluían como un rio entre
mentiras y argucias para salir victorioso. Precio y cadena para historias que
nunca verán la luz. Me olvide de mi casa, de las raíces y del tiempo invertido.
Lo cambie como Judas por estrellas y cuando llene la bolsa, me di cuenta que no
valían para gran cosa porque el mundo siempre tendrá favoritismo o juegos entre
las sombras.
Cuando escribes no buscas recompensa, ni reconocimiento.
Simplemente ordenas las palabras hasta que ellas reúnen el sentido. A veces te asaltan y te hacen escribir a
punta de navaja porque ellas saben que las vocales están afiladas. Otras te
susurran para que les escuches con atención, pero son demasiado vagas. Nunca
les da por escribirse ellas solas. Que se le va a hacer… el mundo no es
perfecto. A no ser que intentes hacerlo… y de todos es conocido que clave es
que nunca tienes el control.
Así que tecleas, pulsas siguiendo el ritmo, a veces la música
es hasta armónica y te lleva lejos… muchos mundos he visitado sin levantarme de
un sofá y tantos cuentos como horas de la madrugada he permanecido despierto
soñando despierto quizás todo aquello
que despierto no soñaría alcanzar. Y es de esta manera humilde y sin artificios
cuando el pensamiento ensambla pedazos de aquí y de allí, puzles incompletos
que carentes de lógica terminan abrazándose a otros parecidos, hasta que lo
plano toma textura… crece y se dispersa para después concentrarse.
Y no importa cuánto tiempo hayas estado fuera, haciendo
otras cosas quizás más importantes en ese momento, pero insignificantes a la
larga. Al igual que esto no ira a ninguna parte desconocida. Pero sigue siendo
mi estilo, mi forma y mis maneras. Sigue siendo plantarle cara a la guerra con
la cabeza alta y el conocimiento de estar en el lugar apropiado. Porque el que
no vive no muere… y el que no lo intenta
tampoco es que vaya a conseguirlo a ciencia cierta. Yo he dejado de venderme
por estrellas, y si nadie me lee… no habrá pena ni reproches.
Solo será lo que siempre ha sido. Un cuento escrito en braille
en los oídos. Taquigrafiado a base de burbujas que estallan a la velocidad de
mil imágenes por segundo. Una historia de un fumador que dejo el tabaco para
volver a la guerra de los indios que no hacen ruido. De los que viven de noche
cazando los sueños que quedan atrapados en las antenas parabólicas como el rocío
de madrugada.
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