A veces pienso en invocarte para que bajes a volver a entrenarme, necesito recordar esa libertad que traías enredada entre tus rizos blancos. Los músculos que tú tanto entrenaste piden que vuelvas y salvo algún superviviente la mayoría se han extinguido en esta larga espera que deje que pasara.
Falta espacio y ganas, no es lo mismo un galgo en La Mancha
que uno en Madrid. Puede que sea el mismo perro pero en circunstancias
distintas. El maldito asfalto lo inunda todo anegándolo de negra dureza que se
come hasta el calcio de los huesos y reseca las articulaciones. Ya no hay césped
sobre el que refrescarse cuando el calor era insoportable.
Aún puedo sentir tus ánimos entre mis alientos jadeantes,
pero ya no te veo en la recta de llegada recogiendo los tiempos que tanto te
gustaba guardar. Yo nunca me esforcé demasiado, llegaba por lo mínimo pero no
ponía el suficiente ímpetu para despuntar. El bronce y la plata siempre fueron
mis mejores amigos y aunque pudiera avergonzarte siempre te sentías orgullo de
tu familia.
Pronto te pediré que de nuevo me entrenes. La cuenta atrás
ha comenzado y yo ando cazando ganas para vernos como siempre, en el
polideportivo después de la escuela de idiomas, a esa hora cuando el sol ya
cansado del día empezaba a marcharse y nosotros apurábamos hasta el límite la luz
diurna para alcanzar la meta en cada serie que nos mandabas, en invierno
siempre nos quedaban los focos y la oscuridad.
Tu familia nunca te fallará y si lo buscas lo tendrás y no vendrá solo traerá mas gente q te de ánimos si te faltan y un empujoncito para terminar la recta.
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