Es que cuando hablaba
de volver a ser el
chico de los diecisiete
no me refería a esto.
No quería pasarme ocho
horas metido en una cama
sin dormir siquiera
ni cinco minutos.
Sólo quería su fuerza
de voluntad, esa energía
inagotable que no
cesaba en todo el día.
Quizás una y otra
vayan tan ligadas
como el insomnio
duro e impotente
a la historia del chico.
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